Un museo de ‘dulce’ para la Alpujarra Un repostero de Ugíjar promocionará la confitería morisca con una exhibición de objetos tradicionales y venta de productos
La Alpujarra dispondrá a partir del próximo mes de diciembre de un museo ubicado en el municipio de Ugíjar dedicado al turrón de almendra y a los productos confitados de la zona, que lo está poniendo en marcha Miguel Ibáñez ‘El Dulcero’ en el bajo de su casa. Habrá también en el local un lugar para la venta de calabaza y pera confitada, turrón, boniatos en almíbar, soplillos, bizcochos, roscos de anís, yemas, pan de higo y garbanzos tostados.
En el museo de Miguel ‘El Dulcero’ se podrán ver ilustraciones, recreaciones de ambiente, talleres en vivo, un audiovisual, una cuidadosa selección de objetos para la elaboración de turrón y dulces, como por ejemplo, calderas de cobre con más de dos siglos de historia y arcas de madera y lebrillos de los tiempos más remotos, «para que el turista y visitante puedan conocer y comprender el significado del turrón y los productos confitados elaborados con recetas antiquísimas», manifestó Miguel Ibáñez.
‘El Dulcero’ nació en Ugíjar hace 54 años. Su padre, abuelo, bisabuelo y tatarabuelo fueron grandes maestros confiteros. Bárbara, la madre de Miguel, tiene 87 años y como se encuentra bien de salud le sigue ayudando a su hijo en algunas tareas. Los hijos de Miguel garantizan la continuidad de esta tradición centenaria al menos hasta una sexta generación. Miguel tiene instalada su fábrica y residencia en el cercano pueblo de Válor. Este confitero asegura que el apoyo de las instituciones para montar el museo «ha sido inexistente».
Miguel empezó con 8 años a ayudar a su familia tostando garbanzos en Ugíjar. Luego pasó a fabricar turrones, calabaza y soplillos aconsejado por su padre y abuelo. A mediados de los años sesenta del pasado siglo comenzó a recorrer con su familia fiestas, ferias y mercadillos de los pueblos de la Alpujarra granadina y almeriense donde la llegada a un pueblo del turronero, en burro o mulo, era todo un acontecimiento. Cuando salían a vender era habitual que pernoctaran en ventas, fondas y posadas. Este ritual ha seguido de generación en generación desde hace varias décadas con otros medios de locomoción. Así nos podemos encontrar a Miguel con su tenderete en cualquier pueblo de la Alpujarra. Merece la pena charlar con él y verlo trocear bloques de turrón de 20 kilos de peso con cuchilla y rechoncho martillo. Y es que Miguel se ha convertido en las ferias y fiestas en un auténtico atractivo para clientes y curiosos.
Fuente: IDEAL (04/11/2010)