¿Sabes compartir responsabilidades?

Otra gran palabra del mundo de los negocios es la responsabilidad. Como concepto está claro, pero como realidad práctica tiene muchos niveles de aplicación que a menudo pasamos por alto. Sobre todo los niveles de responsabilidad que en realidad compartimos con otros.

Todo empieza con la responsabilidad individual, en la cual uno tiene total capacidad para decidir si hace frente a ella o no. Cumplir con las promesas, vivir como adulto autosuficiente en la sociedad, procurarse las propias necesidades y resolver los propios problemas. Son síntomas típicos de un adulto responsable. ¿Pero qué pasa con las responsabilidades compartidas?

Tomemos un empresario químico que paga a sus proveedores, cumple con sus empleados e incluso genera empleo para su comunidad. Sin duda se comporta como un individuo responsable. Pero si contamina el entorno natural que provee alimentos para todos durante décadas, ¿no está siendo irresponsable?

O un caso muy habitual: el empleado que estira su jornada laboral durante años a cambio de la promesa de su jefe de que vendrán tiempos mejores (y aumentos de sueldo). Si luego el jefe no consigue convencer al resto su la empresa para cumplir el compromiso contraído con el empleado, ¿qué pasa? ¿Quién es el irresponsable?

Curiosamente entre mamíferos es muy simple saber quién no ha cumplido con su parte de un trato. El cuerpo traiciona rápidamente al que se ha escaqueado, que siente nervios al mirar a la cara al traicionado. Aparta la vista, o desvía la voz hacia temas ligeros, o evita el contacto directo. El culpable se delata a sí mismo casi siempre.

Pero cuando la responsabilidad se comparte con otros este mecanismo no funciona. En el caso anterior cada responsable de la empresa puede mirar fijamente al proveedor traicionado porque se desentiende de su propio equipo: “Yo no puedo tomar la decisión solo, y por tanto, no soy el responsable de que no te hayamos promocionado” dice su mirada fija.

Es también lo que suele ocurrir en la cobardía de las masas frente a los ataques violentos a un individuo. Nadie interviene a ayudar a la víctima porque su responsabilidad se diluye en el anonimato de la masa o la inactividad del grupo. Irónicamente, la intervención del grupo o de la masa podría frenar el ataque por pura cuestión de números.

Si la masa anónima, por el contrario, se conoce y ha formado vínculos personales fuertes, es muy probable que intervenga de modo colectivo. Porque una vez que existen nudos de confianza para atar todos los hilos sueltos, la responsabilidad fluye y se comparte.

Si el jefe prometedor se enfrenta a su comité ejecutivo y pide apoyo de todos sus colegas para hacer frente al compromiso asumido, entonces todos admitirán su responsabilidad compartida y ayudarán a hacer realidad el aumento o la promoción discutida.

Esto quiere decir que la responsabilidad social corporativa no existe en empresas cuyos equipos están desunidos. Se convierte en una intelequia imaginaria o un presupuesto dedicado a lavar culpas según quién se queje más.

La pregunta no es si eres responsable o no, sino hasta donde llega tu responsabilidad. Haz una lista de los colectivos a los que perteneces: familia, grupos de amigos, vecindarios, empresas, asociaciones y demás.

Haciendo una lista de las faltas de responsabilidad que ha podido cometer cada colectivo es como te darás cuenta por primera vez de que no eres tan inocente como pensabas. Sí tienes parte de responsabilidad en la factura que no pagó la vecindad, o el feo que hizo la familia a un externo, o la cuenta del bar que quedó sin pagar el viernes pasado.

A veces es tarde para cambiar lo que ya ocurrió. Pero nunca es tarde para tomar nota y aprender de los errores pasados. Si todos asumiésemos nuestro pequeño papel responsable en los grandes problemas impersonales que vemos a nuestro alrededor, la vida sería más fácil y más alegre.

La responsabilidad pesa, por supuesto, pero una persona que no se hace cargo de su responsabilidad, la individual y la compartida, se priva de madurez, y con el tiempo, pierde todo interés.

Fuente: Cotizalia (10/06/2011)