José Moro: «Mi mejor formación fue pasar el arado por las viñas»

El presidente de la empresa familiar Bodegas Emilio Moro, con sede en la Ribera del Duero, creció entre viñedos. 

Nació y creció entre viñedos, absorbiendo el espíritu de la Ribera del Duero y aprendiendo a amar una bebida que va ligada al apellido de su familia. La pasión por las viñas le viene de su abuelo, que definía el vino como «un ser vivo al que hay que entender, atender y mimar». Además, su padre le dio «la mejor formación» para dedicarse a este mundo: «Me llevaba a pasar el arado o me cogía de la oreja y me obligaba a trasegar», afirma José Moro, presidente de Bodegas Emilio Moro.

Muchos años después, la familia Moro ha pasado de producir 10.000 litros al año de vino, que vendían a cántaros, a comercializar más de dos millones de botellas. «Los inicios fueron duros y hubo penurias. Teníamos la cultura, pero había que desarrollar el negocio y poner una etiqueta al vino. Empezamos hace 30 años y fuimos creciendo a la vez que la Ribera del Duero, protagonizando la revolución vitivinícola que se ha producido en España», dice Moro. Ese esfuerzo, y el hecho de que la empresa lleve su apellido, añaden una responsabilidad extra a este directivo: «Dirigir una empresa familiar es un orgullo y un compromiso. Cuando viajas y ves tu apellido, te da cuenta de la responsabilidad de dar lo mejor en cada botella». ¿Y tiene alguna parte negativa? «No lo creo, aunque sí es indispensable que haya un líder que dirija el proyecto. Mis hermanos pensaron en mí y me respetan y me apoyan en esta labor».

Renovarse o morir

José Moro habla de tres factores fundamentales para vender vino: tener un buen producto, que la comercialización sea la correcta y que haya un valor añadido tras la marca. Este último aspecto se asienta sobre la tradición, pero también sobre la innovación. «Aplicamos la investigación a mejorar nuestra calidad y a adecuarnos a los gustos de los clientes, siendo fieles a los nuestros», afirma. La máxima de esta empresa es la renovación continua, fruto de la cual han ido naciendo marcas como Cepa 21 o D+D, un proyecto en tierras del Duero portugués pero con la filosofía de la Ribera del Duero, en el que participan el exfutbolista Luis Figo y el actor Imanol Arias.

El gran reto de la empresa es ahora asentar sus marcas fuera de nuestras fronteras -ya exportan a más de 55 países- porque si algo les ha enseñado la crisis es que «si quieres ser alguien en el mundo del vino, tienes que tener una marca internacional». La otra consecuencia de la situación económica actual ha sido hacer un nuevo enfoque de su mix de producto. «Hemos pasado de un consumidor con un poder adquisitivo alto a nuevos clientes más jóvenes, de nivel medio y que cada vez disfrutan más del vino en su casa. Eso nos ha llevado a más vino de gama media y baja en cuanto a precio, no a calidad», matiza José Moro.

Vender mejor

«Me duele que entre las 300 mejores bodegas del mundo no haya más que 20 españolas. Es injusto porque tenemos la mejor relación calidad-precio, pero no nos sabemos vender. Deberíamos hacerlo como una sola marca, España, y no por separado», asegura. Un aspecto clave es el turismo enológico, en aumento, pero «necesitado de una inversión en carreteras, hoteles o campos de golf asociados a él».

Otra asociación que busca José Moro es la de su empresa con la solidaridad, fruto de la cual nació la Fundación Emilio Moro. «Colaboramos con asociaciones de Castilla y León, y nos dimos cuenta de que el agua es el principal problema en el mundo, por lo que empezamos a desarrollar proyectos en Sri Lanka, Nicaragua o Perú. Lo financiamos con botellas especiales, acciones como apadrinar cepas o cenas y catas solidarias. Hay que hacer mucho para conseguir poco, pero no me voy a rendir», asegura.

Fuente: Expansión (02/05/2013)