Crowd shopping

Mientras los sesos más brillantes de la profesión publicitaria se rebanan discerniendo cuánto significan las marcas para los humanos… Mientras elucubran si pueden llegar a importarnos tanto, tanto que hasta podríamos reconocerlas como amigas imprescindibles e incluso añadirlas como tales en nuestros perfiles de las redes sociales… la realidad se revela cruel y resulta que, antes de elegir entre una u otra, pedimos opinión a nuestros contactos. Expertos o no.

Ahora las lavadoras cuentan cuánto cuestan, cuánto lavan y cuánto gastan, pero después de las opiniones de otros que ya las conocen, incluso mejor que ellas mismas, porque ya las usan. Y más en los móviles, donde el espacio es escaso y hay que priorizar.

Sí, señor. Sí, señora marca. Lo que usted tenga que contar no es que haya dejado de ser relevante, pero ya no es lo prioritario para el verdaderamente importante: el que compra.

Dejen sitio, cedan espacio a los comentarios que pueden hacer que la lavadora se quede en su tienda o deje de ocupar espacio y se convierta en euros.

Váyanse al fondo y reconozcan su fracaso en la tarea de haber construido relaciones justas, estables, sólidas, fiables, sostenibles con sus clientes. Cuando pudieron.

Al fondo sigue habiendo sitio

Ni la de la luz, ni la de la gasolinera, ni el del banco, ni la que nos suministra el Internet,… con sus elaboradas marcas juegan en nuestras vidas roles transcendentales.

El comercio electrónico en el móvil va a evidenciar este relevo en los mensajes comerciales efectivos. El cliente que hoy por la mañana estuvo en su tienda, se alojó en su hotel, almorzó en su restaurante o repostó en su gasolinera, permanecerá cual fantasma por los siglos de los siglos. Bueno, no él. Sus espirituales opiniones, quejas o sugerencias. Esas que van a condicionar las proximas ventas.

Serán como una Santa Compaña vagando por su escaparate, esperando a que la magia de un móvil inteligente pase por allí para que se produzca la revelación.

Fuente: Marketing Directo (20/09/2012)