‘Spin-offs’: saltos del laboratorio al mercado La investigación universitaria es, cada vez con más frecuencia, caldo de cultivo para el nacimiento de 'start-ups' de base tecnológica. ¿Cómo se pasa de científico a emprendedor?

El epicentro emprendedor del mundo, Silicon Valley, nació al amparo de la Universidad de Stanford. Después de cuatro décadas, todavía forman un ecosistema simbiótico. Se alimentan entre sí. Talento, ideas, capital y riesgo fluyen de la una a la otra. De los laboratorios de todo el mundo surgen a menudo tecnologías con potencial comercial. A veces se patentan y venden como tales. Otras, sin embargo, los propios investigadores deciden colgar la bata y lanzarse a crear su propia empresa. A estas se las conoce como ‘spin-offs’.

«Depende sobre todo del equipo que apostemos por una solución u otra», explica Arístides Senra, responsable de las área de creación de empresas y de comercialización de tecnologías en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Desde Actuaupm, su plataforma de lanzamiento de ‘spin-offs’, asesora a aquellos que se animan a convertir los resultados de sus investigaciones en un proyecto empresarial. Todo, aclara, envuelto en un formato de competición.

«Recibimos unas 400 propuestas al año», afirma. «De esas, aproximadamente la mitad pasan a formar parte del programa».

A lo largo de los doce meses que dura su programa de incubación, la mayoría de proyectos, reconoce Senra, acaban en nada. «Mi objetivo, por así decirlo, es que no creen la empresa. No se puede engañar a los emprendedores. O están convencidos al 100% o mejor que no lo hagan», sentencia. «No es un concurso, es una competición, un todos contra todos». Al final, apunta, se crean entre 15 y 20 empresas al año, aunque en 2014 ya han alcanzado esa cifra.

«Desde 2008 hemos llegado a 161 empresas creadas», explica. En este tiempo, presume, sus ‘spin-offs’ han captado 33 millones de euros de inversión. Aun así, no todas las que se han fundado siguen con vida.

Casos de éxito

Entre sus últimos y principales éxitos está TouristEye. Esta ‘start-up’, dedicada a la planificación de viajes y que participó en Actuaupm en 2010, fue adquirida recientemente por la multinacional de guías de viaje Lonely Planet. También destaca Redbooth –una plataforma de gestión empresarial en la nube–, Daedalus –una compañía dedicada al procesamiento del lenguaje natural– o Plant Response Biotech –que desarrolla vacunas para plantas–.

La creación de empresas desde la universidad, aclara Senra, no es algo nuevo. «De estudiantes de la UPM han surgido empresas que ahora son muy grandes, como GMV –una ingeniería dedicada al sector aeroespacial–, Edreams –la agencia de viajes online líder en Europa– o Bq –que fabrica y comercializa lectores de libros electrónicos, tablets y teléfonos móviles inteligentes–.

Las universidades técnicas son un caldo de cultivo idóneo para el nacimiento de ‘spin-offs’. «En la UPM los proyectos más habituales son los que ofrecen servicios tecnológicos especializados», explica. «Después vienen las TIC –Tecnologías de la Información y la Comunicación– y los proyectos relacionados con internet, que son los más fáciles de montar porque necesitan una inversión pequeña». También son frecuentes las ‘start-ups’ de biotecnología y, en general, «cualquier proyecto con una tecnología disruptiva o potencialmente disruptiva».

Un estudio realizado por la Universidad Autónoma de Barcelona, publicado en marzo de este año, concluyó que las ‘spin-offs’ españolas son, en el largo plazo, más productivas que el resto de ‘start-ups’ de base tecnológicas. Los resultados del trabajo, además, resaltan uno de los grandes retos de pasar del laboratorio al mercado: un buen científico no tiene por qué ser un buen empresario. Muchas veces, simplemente, porque no sabe cómo serlo.

Esperanza de vida

Durante el primer año, apunta el estudio, las empresas surgidas de la universidad son menos productivas. Sus números se igualan entre los 2 y 3 años de vida, y toman la delantera a partir del lustro. «Normalmente se consideraban periodos muy cortos cuando se estudiaba el desempeño de las ‘spin-offs’, y se concluía que tenían peores resultados económicos», aclara Pere Ortín, coautor del trabajo. «Esto se explicaba diciendo que los universitarios tenían menos capacidades de gestión y comercialización».

«La diferencia entre nuestro trabajo y el resto es que ampliamos el horizonte. No solo nos fijamos en los resultados inmediatos, sino en su evolución», explica Ortín. «La productividad, que se considera representativa de las habilidades de los gestores, aumenta con los años». Senra, de la UPM, denomina a esto «pasar de ser una ‘start-up’ a ser una empresa de verdad».

Aunque el estudio, reconoce Ortín, no desvela los porqués de esta evolución de las ‘spin-offs’, él tiene su hipótesis: «Creo que la universidad les da una mayor capacidad de aprendizaje», señala. «En la universidad lo que se enseña es a aprender, así que estos emprendedores tienen más recursos para hacerlo».

Fuente: Ideal (01/07/2014)