Optimismo, la forma de afrontar el futuro

Echando una mirada a otras latitudes, donde la crisis ha dejado de castigar con la crudeza con la que todavía nos azota a nosotros, miro hacia el Este del mapa y, sin caer en misticismos orientales, me encuentro con una forma de entender la vida que nada tiene que ver con nuestra autocomplacencia occidental ni con nuestra mediterránea manía de echarle la culpa a otro. Es decir, una verdadera lección de vida. 

Si hablamos de crisis, es sabido que en China crisis y oportunidad se escriben de la misma manera. Para ellos son acepciones gemelas. No hay tanta crisis fatídica, sino oportunidades de negocio y de sacar beneficio allá donde otros se limitan a intentar no ahogarse sin ver. 

Ahora mismo vivimos en un mundo cambiante y no podemos limitarnos a acompasarnos al ritmo de los acontecimientos, hemos de ir un paso por delante de ellos. Los cambios laborales son continuos: de empresa, de país, incluso de funciones. Así que nuestra manera y capacidad de adaptación dependerá tanto de nuestra supervivencia como nuestra felicidad. 

Y es aquí donde interviene el factor optimista como clave para afrontar problemas, así como la flexibilidad ante los cambios. Es simplemente una cuestión de adaptabilidad a nuevas circunstancias. Si habláramos con un biólogo nos diría que no estamos inventando nada, puesto que hablamos de adaptarnos para evolucionar y sobrevivir,o de morir por el camino. Realmente se trata de ver las situaciones adversas como desafíos. Si aplicamos el pensamiento positivo nos daremos cuenta de ‘Sí, puedo’ y ‘Sí, soy capaz’ son las mejores formas de afrontar los retos que ahora mismo se nos plantean laboralmente. Hemos de salir de nuestro marco de comodidad para enfrentarnos a los desafíos que cada día se nos ponen delante. 

Tengamos en cuenta que este pensamiento positivo es totalmente percibido desde el exterior: si nos enfrentamos a una entrevista de trabajo, habrá que afrontarla con optimismo, y no permitir que el entrevistador ‘huela’ nuestro miedo ni perciba inseguridad. Por supuesto, siempre es más atractivo un candidato que rezuma confianza y que mira al frente asumiendo los nuevos retos, a otro que parece buscar tan sólo un trabajo con una actitud totalmente amordazada por la necesidad y, quizás al miedo, de la situación actual. 

Las empresas están sufriendo momentos difíciles y lo que no les hace falta es incorporar a sus estructuras a personas pesimistas. Buscan nuevas incorporaciones que sepan afrontar los problemas con optimismo para transformarlos en oportunidades, y la alegría para trabajar creando un entorno amable y fomentando el orgullo de pertenencia. 

En resumen, que para ser un buen candidato ya no vale con ser un buen profesional de una materia, sino que además, ha de ser una persona optimista que sepa transmitir esa actitud a todos sus interlocutores, tanto externos como internos.

Fuente: Expansión (20/11/2012)