La imagen negativa del empresario reduce el interés por emprender Los expertos piden más esfuerzos desde el ámbito educativo

A día de hoy, nadie duda de que el espíritu empresarial es una de las bases de crecimiento más importantes para cualquier país, no sólo por lo que trae consigo -empleos, innovación, prestación de servicios, riqueza…-, sino también porque, para muchas economías, constituye el auténtico motor de la sociedad. Más noticias en la revista gratuita elEconomista Pymes, Autónomos y Emprendedores
Ello explica quizás que sea una reivindicación continua en el entorno empresarial, así como una realidad que preocupa a múltiples organismos, entre ellos, la propia Unión Europea -de hecho, emitió recientemente una Guía de buenas prácticas para promover las actitudes y capacidades empresariales mediante la educación-.

Precisamente, la educación se sitúa en el eje de los debates que se generan en torno al ADN empresarial. Como cuenta Fermín Albaladejo, presidente de la Confederación Española de Asociaciones de Jóvenes Empresarios (Ceaje), «los niños desde las primeras etapas escolares deberían familiarizarse con experiencias relacionadas con la gestión empresarial».

Valores como la creatividad, la innovación, la investigación aplicada, la honestidad, el espíritu de mejora… forman parte del día a día de las empresas y constituyen conceptos que se pueden inculcar desde las fases iniciales de la formación. «Además, de este modo les daríamos más herramientas de cara al futuro. Tenemos que cambiar la mentalidad de la sociedad desde sus inicios: lo normal es ser empresario, no funcionario», añade Albaladejo.

La imagen del empresario

Hay múltiples razones que pueden explicar esta tesitura. En primer lugar, se sitúa la imagen que la figura del empresario proyecta en la sociedad. «A pesar de que ha habido una evolución en la percepción del mundo empresarial -antes este ámbito era visto con recelo y, posteriormente, se vio como una fuente de creación de riqueza- aún emerge, sin embargo, esa visión del empresario que, en lugar de centrarse en esa creación de valor, se vuelca más en la captura de valor, y esta perspectiva se ha producido sobre todo por la aparición de directivos con comportamientos poco ejemplares», explica Alberto Gimeno, profesor del Departamento de Dirección General y Estrategia en la escuela de negocios Esade.

En relación con lo anterior, desde el mundo empresarial inciden en la importancia de que se «erradique definitivamente esa imagen, que aún mantienen algunas formaciones políticas, que nos hacen aparecer como potenciales destructores de empleo y explotadores de los trabajadores. Las empresas han logrado crear más de un millón de empleos en los últimos años», reconoce Albaladejo.

La influencia de la recesión

Precisamente, la recesión económica ha marcado un antes y un después en esta realidad. Según Óscar Fuente, director de la escuela de negocios IEBS, «nos encontramos en una mejor situación que antes de la crisis en cuanto al ADN empresarial, pero nunca nos debemos conformar. Antes de esta etapa, o se era funcionario o se trabajaba en una multinacional y cualquier salida fuera de eso era un auténtico drama. La gente tiene que entender que el trabajo fijo va a dejar de existir y el trabajo va a tener que reinventarse».

En este sentido, el fenómeno conocido como emprendimiento también ha incidido al respecto. Las nuevas generaciones perciben de forma diferente a las organizaciones, ya que desean llevar a cabo actividades que tengan sentido y se han dado cuenta de que existen enormes oportunidades con el cambio tecnológico que vivimos para emprender, como apunta Gimeno.

El ámbito educativo se impone, llegados a este punto, como el motor que puede revertir esta situación. De este modo, como indica Gimeno, «se trata de un tema en el que las escuelas de negocio y las universidades tenemos nuestra parte de responsabilidad. De hecho, estamos apoyando el emprendimiento cada vez más, pero quizás no es suficiente».

No obstante, la gran mayoría de las reivindicaciones se dirigen a la enseñanza básica o primaria, ya que, como señala Fuente, «los niños viajan al pasado cada vez que van al aula: ¿cómo se les va a pedir que emprendan si estudian como lo hacían nuestros abuelos, memorizando conceptos que nos les valen para nada? Hay que educarles con modelos de aprendizaje adaptados a la era en la que vivimos: trabajo en equipo guiado por mentores, incorporación de asignaturas como economía financiera o familiar, enseñarles a gestionar sus finanzas en el futuro, programación, etc.». Asimismo, estrechar el lazo entre el mundo corporativo y el universitario es otro de los desafíos que más se demandan, pues «no existe ningún tipo de relación entre las empresas y las instituciones educativas; cada uno va por su lado», concluye Fuente.

Fuente: El Economista