Fracasos que se convirtieron en éxitos

Ganar y perder forma parte del juego empresarial. Ante un fallo y el cierre de un negocio no hay que rendirse. Debemos asumirlo, analizarlo, comprenderlo y seguir adelante, porque si se planifican bien las cosas siempre se puede volver a empezar y crecer.

Como el ave Fénix, la mayoría de los emprendedores que ve cómo su proyecto fracasa, también sabe renacer y afrontar nuevos retos. Es cierto que en España se castiga mucho el error, se estigmatiza al profesional que ha tenido que echar el cierre a su negocio. A veces ese miedo al rechazo puede ser un freno a nuevas iniciativas. Sin embargo, los emprendedores afirman que es más una cuestión psicológica. Se cree que la crítica va a ser muy dura y que se les va a tachar de ineptos, cuando la verdad es que el entorno más cercano no es tan duro. Lo importante es asumir el error como una parte del juego empresarial.

Comprender que cuando te embarcas en un proyecto en el que inviertes capital el riesgo de perderlo existe, no es nada nuevo. La tarea pendiente es entender que el fracaso no es más que un alto en el camino. Ricardo Cortines ha experimentado como su promotora inmobiliaria se hundía y explica que “hay que entender ese fallo como algo transitorio. No quiero esconderlo ni tampoco decir que el error es bueno y necesario. Lo que he hecho es analizarlo, comprenderlo y ver que no podía seguir haciendo lo mismo. El fracasado es el que no sabe cambiar”.

Qué hay que hacer

Los profesionales que han tenido que echar el cierre a su empresa coinciden que uno de los momentos más duros es cuando comprenden que no hay otra alternativa que terminar con la actividad. “La soledad del jefe cuando todo va mal es muy grande. Tienes que ponerte la careta ante empleados, clientes y proveedores y explicar qué ha pasado, pero no puedes esconderte y dejar de luchar”, dice Cristóbal Alonso, actualmente directivo de una compañía tecnológica en Lituania y coordinador del Club de Emprendedores de Insead en España, que también explica que “uno de los aspectos esenciales es saber cuándo cerrar. Desde hace años he puesto en marcha distintos negocios, a veces sólo, otras con socios y, en más de una ocasión, el proyecto ha fallado. En uno de ellos perdí toda lo que había invertido, entonces hice la maleta y me fui a Estados Unidos para completar mi formación. Sin embargo, nunca he abandonado la idea de emprender y de hecho sigo embarcado en varios negocios y proyectos”.

José Luis Muñoz es un empresario y emprendedor nato. A los 24 años ya había puesto en marcha su primera empresa y actualmente es director de Imágora Consultores y de otros siete proyectos más. Para él los errores hay que tomarlos como lo que son, una fuente de aprendizaje. Pero también hace una recomendación: “Cuando se comprueba que el proyecto no es viable o que no funciona no hay por qué desecharlo del todo. Yo he tenido negocios que iban mal y lo que he hecho ha sido aparcarlos, dejarlos en reposo; porque he comprendido que, a lo mejor, no era su momento, ni su lugar, ni su público. Pero más adelante los he rescatado, los he redirigido y he encontrado una salida”.

Ésa es otra de las lecciones de haber fracasado: comprender que en el mundo empresarial la flexibilidad y la capacidad de adaptación son básicas. Javier Echaleku recuerda el cierre de su tienda de calzado como un baño de humildad: “Comprendí que no se puede navegar sin rumbo, que tienes que ser muy ágil, cambiar según las circunstancias y organizarte, porque si te planificas bien, siempre sales adelante”.

Fuente: Expansión (14/03/2012)