Coste, precio, valor y la relación calidad-precio

Seguro que muchos de ustedes se han preguntado, cuando han ido a comprar algo, por qué era tan caro, o por contra, por qué era tan barato. Lo primero que a uno se le ocurre es analizar, para saber si algo es caro o barato, el coste monetario que debe costar producir ese bien o servicio.

Partiendo de esa cifra y añadiendo un margen moderado podemos imaginar cuál debería ser el precio de ese bien en un mercado competitivo.

El problema surge cuando ese bien o servicio se provee en un mercado poco competitivo donde el productor tiene poder de influir unilateralmente sobre el precio al que puede vender. En este caso tendríamos un precio evidentemente hinchado en función del poder del fabricante o distribuidor para controlar la oferta de dicho bien o servicio. 

En los mercados de competencia perfecta, la retribución del productor-empresario es muy próxima a la de un salario medio, e incluso en algún momento se puede incurrir en pérdidas debido a la entrada de más productores en ese mercado aumentando la competencia y reduciendo las ganancias del sector.

Hasta este momento hemos hablado sólo de coste y de precio. Ahora vamos a ver el concepto más subjetivo y difícil de evaluar: el valor de las cosas.

El valor de las cosas es aquel que damos cada uno de nosotros de forma totalmente subjetiva y atendiendo a las circunstancias personales de cada uno. ¿Se imaginan qué valor podríamos dar a un vaso de agua en el desierto?. Y sin embargo en cualquier ciudad es algo relativamente asequible. Por contra ¿por qué tienen un precio tan alto los diamantes?

La abundancia o escasez de un bien junto a el control de la oferta son factores muy influyentes en el precio de las cosas. Y por último la valoración subjetiva termina de hacer el resto para que un bien o servicio tenga un precio determinado.

Mientras el coste lo determinan tanto los oferentes (trabajadores,inversores,etc) como los demandantes de factores de producción (empresarios), el precio lo determinan los demandantes (consumidores) y oferentes (productores). Son algo así como decir que son un coste y precio medio ya que lo determinamos entre todos los actores de la economía.

La relación lógica que se debe producir en un mercado equilibrado sería:

Por último nos tenemos que hacer una última pregunta: ¿Cuándo decidimos comprar un bien o servicio?

Lo lógico es que adquiramos un bien o servicio que necesitamos cuando nuestra valoración esté por encima del precio, para lo cual nuestra percepción de la relación calidad/precio debe ser satisfactoria.

Mientras el precio lo percibimos antes de comprar, la calidad sólo la evaluamos después de consumir, con lo cual toda acción consumidora es una apuesta por algo sin tener la certeza de acertar en la decisión de compra. Es más, la calidad en el caso de un servicio puede variar a pesar de ser teóricamente el misma.

En el caso de los bienes consumidos hay menos margen para la sorpresa una vez que uno es consumidor de un bien determinado, ya que es más fácil estandarizar la producción de un bien que un servicio.

Para terminar, ¿por qué los diamantes tienen un precio tan alto y el agua más bajo, siendo más útil el agua que el diamante? De este ejemplo se desprende que no necesariamente lo que tiene más utilidad debe tener más precio. La utilidad marginal y la abundancia de un bien son una de las respuestas a esta paradoja.

Si, por ejemplo, disponemos de cinco litros de agua, primero las usaremos para calmar nuestra sed, luego para lavarnos, después para dar de beber a nuestro perro, para regar las plantas y por último para lavar nuestro coche, imaginando que hemos usado un litro para cada acción. Lavar el coche sería la acción que nos reportaría menor utilidad, y por tanto la que damos menor valor.

El valor relativo de un bien respecto de otro depende del valor que le demos a la última unidad que dispongamos de cada uno de ellos.

Tan importante como la necesidad de un bien para la vida es la abundancia o escasez de ese bien ,por lo cual el agua no tiene el mismo precio en el desierto que en una ciudad donde el agua es abundante.

Al final las circunstancias o el contexto en el que nos encontremos influyen decisivamente en el precio de las cosas.

Fuente: ¿Qué Aprendemos hoy? (10/10/2013)