Bonnoir: el placer sabe a chocolate

Hay placeres que exigen la atención de cada uno de los sentidos. El chocolate y todo cuanto forma parte de su mundo también obedece a esta regla. Porque gozar de un paladar tan exigente como exquisito no es suficiente para abandonarse a las delicias del cacao. El olfato e incluso el tacto de su textura se hacen cómplices de la boca para degustar un producto que necesita tiempo, consciencia e, incluso, el ‘atrezzo’ necesario y adecuado para alejar ese momento de la mediocridad y convertirlo en lujo.

Así lo entiende María Jesús Almagro, una granadina amante, admiradora y conocedora de la cultura del chocolate que un día decidió dejar su puesto de trabajo en una empresa para crear su propio proyecto. Han pasado tres años desde entonces, desde que lograra materializar el sueño de Bonnoir, “la mejor tienda de chocolates de Granada, donde sólo se vende el mejor del mundo”. El local, ubicado en la Plaza Bibrambla, invita a observar, desmenuzar cada uno de los exóticos y estéticos productos que se dan cita en una vitrina de mastodónticas dimensiones. Aquí no hay lugar para cajas rojas de regalos, ni tabletas clonadas envueltas en llamativos colores.

En Bonnoir todo es sobrio, comedido, del tamaño recomendable para conquistar paladares propios y ajenos. Bombones de aceite de oliva con aceitunas negras caramelizadas, de frambuesa con reducción de vinagre balsámico de Módena, de pimienta y café, tabletas de pétalos de rosa o violetas bañadas en chocolate son sólo algunas de las ‘delicatessen’ que se pueden encontrar y que son el resultado de un minucioso proceso de “trabajo, selección y perfeccionamiento” llevado a cabo por un artesano francés cuyo obrador se encuentra en el país galo.

Almagro explica que decidió emprender este proyecto tras “contactar con los mejores chocolateros y profesionales del sector, que me abrieron las puertas en todo momento y convirtieron esta locura en un camino de rosas”. Y es que María Jesús no duda en denominar a su empresa una “locura”, en la medida en la que “en Granada no existe una cultura del chocolate. La gente no está acostumbrada a consumir y pagar un precio elevado por un producto de calidad”, explica la gerente de Bonnoir, que eligió este nombre para jugar con el propio origen de la palabra bombón (bueno-bueno en francés) y negro, “que es el mejor chocolate de todos”.

Pero la excesiva especialización de la tienda no ha impedido que Bonnoir se haga con su propia clientela que, además, repite. “Para mí, que soy la más exigente de todos, es una gran satisfacción que el cliente vuelva para decirme que le sirva lo que yo quiera porque tiene la garantía de que le daré lo mejor”, comenta. Por ejemplo, “llevamos casi cuatro años trabajando en la creación de un bombón de chirimoya”, añade con orgullo. Los frutos de tanta entrega por su trabajo no se han hecho esperar demasiado.

“Uno de nuestros bombones, de creación propia, ha logrado el primer premio en una prestigiosa feria de chocolates en París”, explica. En cuanto a los planes de futuro, son muchas las ideas que se le pasan por la cabeza, pero ella opta por “ir despacio antes que caer y no volver a levantarme”. Bonnoir “no es resultado de un chasquido de dedos, sino de mucho trabajo”. Por eso, “mi objetivo es consolidar el negocio, lo que no es fácil para un establecimiento de estas características”. Mientras tanto, seguirá afanándose por “ofrecer el mejor chocolate del mundo”.

Fuente: La Opinión de Granada (05/05/2009)