Un buen sabueso siempre encuentra el negocio del éxito
“Donde todos veían un desierto, alguien vio Las Vegas”. El olfato empresarial es lo que distingue a un emprendedor de éxito de otros que no saben escuchar sus propios instintos. El creador de Pocoyó, la inventora de la muñeca Barbie, los que diseñaron la fregona o el fundador de la cadena ‘Tea Shop’ han logrado triunfar gracias a sus altas dosis de intuición y a la capacidad para descubrir oportunidades, es decir, para ver qué productos o servicios pretende comprar la gente.
“Tras todo gran negocio hay siempre… un empresario inquieto”, asegura Isabel García Méndez en su libro Piensa, intuye y acertarás (Editorial Gestión 2000). “El emprendedor intuitivo tiene una gran personalidad y autoconfianza”, explica García Méndez, “además, suele hacer gala de una gran empatía y de una gran capacidad de escucha, lo que le permite adentrarse en terrenos invisibles para los demás profesionales”. No sólo eso, este ‘visionario’ también tiene que tener la valentía de asumir los riesgos que esa empresa le pueda acarrear.
Todas estas virtudes se pueden resumir en una expresión: olfato empresarial, que para Balbino Prieto, presidente del Club de Exportadores e Inversores, “es el fruto de acumular información que de forma inconsciente pones a funcionar en una decisión. Ves más allá de lo que aparentemente estás viendo y, fruto de la experiencia y de situaciones similares, te inclinas por una opción o por otra”.
Ejemplos hay muchos, y algunos muy interesantes, como el de la aparición del walkman. Según se cuenta en la obra de García Méndez, en su invención tuvo mucho que ver la satisfacción de una necesidad. En este caso, la del presidente honorario de Sony, Masara Ibuka, que quería escuchar música mientras jugaba al golf. La compañía aprovechó un aparente fracaso: una grabadora de pequeño tamaño que se intentó que fuera estereofónica a la que se le pusieron unos cascos. De ahí nació el walkman. Y, aunque fueron muchos los agoreros y las malos informes que anunciaron una inminente muerte del invento, este aparato ha acompañado a muchas generaciones.
A la creadora de la muñeca Barbie también le llovieron las críticas cuando quiso hacer realidad su idea: El consejo directivo de Mattel rechazó su propuesta por cara y poco vendible. Pero al final funcionó. Y es que una de las particularidades que caracterizan a estos emprendedores es la confianza en uno mismo y en su idea.
Pero, la confianza no es el único ingrediente necesario para dibujar al emprendedor sabueso. También debe contar con valentía, perseverancia y capacidad para estar bien informado, entre otras.
1) Confianza. Ésta es “una de las actitudes necesarias para escuchar el olfato. Cuando encuentras tu oportunidad, debes tener fe en ella”, asegura la autora de Piensa, intuye y acertarás. Per Sundmalm, fundador de Tea Shop, también considera que una fe casi ciega, sin llegar a la obcecación, es necesaria para llegar a buen puerto en una empresa.
2) Perseverancia. “Cuando te decides debes ser perseverante y tener mucha paciencia porque el proceso es muy lento”, aconseja García Méndez. Rubén Bonet, creador de Fractus, cree que “hay que ser muy tozudo porque todo tarda más de lo que uno piensa”. Y es que detrás de todo proyecto hay mucho trabajo, rigor y perseverancia.
3) Informarse. Durante nuestra vida vamos albergando información en nuestro disco duro que puede resucitar en algún momento para dar lugar a una idea de negocio de éxito. “Esa información se desarrolla a través de la experiencia previa, del análisis del mercado, del networking, del conocimiento del sector”, asegura la autora.
4) Focalizar. Es decir, centrarse en un negocio. Es importante concentrarse en una idea para poder desarrollarla, pulirla, limarla, cuidarla y hacerla triunfar.
5) Pensar a lo grande. Conviene proyectar un negocio a nivel nacional porque, aunque es más arriesgado, obliga al emprendedor a concentrar sus esfuerzos en un medio plazo. Y es que no es lo mismo aspirar a montar una pequeña tienda a nivel local que una cadena repartida por todo un país. “Los objetivos pequeños limitan la visión de futuro y nos hacen pensar más en hacer negocio que empresa, es decir, en perseguir los resultados inmediatos en lugar de buscar el crecimiento”, sentencia García Méndez
Fuente: Expansion (30/12/2011)