El sector de las bodas ve indicios de recuperación tras meses de restricciones por la pandemia Salones de celebraciones, tiendas de novias o fotógrafos encaran la campaña de este año con perspectivas optimistas.

Programar unas vacaciones, visitar a un familiar en un pueblo cercano o incluso reservar una mesa para comer el domingo son tres planes cuya planificación suponía toda una odisea hasta hace unos meses. La prohibición de viajar, el confinamiento domiciliario, los cierres perimetrales o las restricciones de aforo y horario por el Covid convirtieron rutinas habituales en eventos excepcionales.

Quizás por eso, esta nueva realidad ‘prepospandémica’ –si se permite el palabro, pues realmente el coronavirus no se ha ido del todo aunque lo parezca– se esté viviendo como una suerte de privilegio que mucha gente comienza a paladear como si de su primer ‘sueldecillo’ se tratara.

Con los hospitales de Granada colapsados, los fallecidos con Covid sucediéndose diariamente y los contagios contabilizándose por cientos –cuando no por miles–, casarse durante la pandemia no es que fuera ya una odisea, sino que requería de un auténtico ejercicio de funambulismo que puso a prueba el amor y el compromiso de multitud de parejas.

No son pocos los enlaces matrimoniales que se tuvieron que adaptar. Otros directamente nunca se llegaron a producir. Y en el término medio se encuentra el de Javier y María José. Su boda estaba programada en una primera fecha para el 13 de junio de 2020, pero entonces sobrevino el Covid y el posterior estado de alarma, del que se cumplen ahora dos años. Así, decidieron aplazarla hasta octubre, aunque conforme se aproximaba este mes en el calendario la situación no mejoraba. No podrían casarse como siempre habían soñado. Tras posponerla sine die, y ya casi con la ilusión consumida, finalmente se darán el ‘sí quiero’ este próximo 26 de marzo.

«Hemos perdido mucha ‘pasta’ e invitados y también ganas de celebrar la boda. Al final nos casamos en una fecha que no nos gustaba demasiado. Había momentos en los que decías: «No me caso». Pero preferíamos verano que marzo, y no nos podíamos arriesgar a hacerlo otra vez tarde y que tuviéramos algún contratiempo más», explica Javier. «Fíjate cómo estamos ahora con el tema de Ucrania. Lo único que hemos podido ganar es un poco más de tiempo para pensar regalos, detalles, etcétera», ilustra este granadino.

Y es que eventos como las bodas –al igual que los bautizos o las comuniones– suelen mover importantes cantidades de dinero al contar con el efecto de la exclusividad: se celebran una vez en la vida. Ello implica que los novios inviertan toda su ilusión en el que está llamado a ser el día más especial de sus vidas, por lo que no se escatima en gastos, lo que atañe a varios sectores. Pero todos estos parámetros han variado ligeramente desde que irrumpió el coronavirus.

Trajes de novia y salones

Solo en la industria de los trajes de novia las empresas han recuperado un volumen de negocio de entre el 70% y el 80% previo a la pandemia, según datos recabados por este medio. En algunos casos, las ventas se han duplicado respecto al año anterior. «Durante ese tiempo cerraron muchas empresas, también zapaterías, pero los que hemos aguantado podemos contar ahora con nuevas clientas, además de las que tuvieron que aplazar su boda en 2020 o 2021 y ahora la retoman. Teniendo en cuenta los meses de restricciones este año lo damos por bueno, aunque no se llega a lo de antes», explica Belén García, responsable de tienda en Manila Novias.

García traslada que ahora se respira un ambiente «muy positivo», pues no existe la incertidumbre de los años precedentes, mientras que añade que algunas novias que pospusieron su enlace ahora se han quedado embarazadas. Algunas tenían los vestidos ya hechos a medida, pero también para ellas hay solución: «Se les hacen arreglos y se flexibiliza todo lo que se puede el precio».

En pleno debate sobre el fin del uso de las mascarillas en interiores, Javier y María José se congratulan de poder celebrar su matrimonio sin apenas restricciones. «Nos casamos en una finca que tiene un protocolo que nos permite celebrar la boda en circunstancias de relativa normalidad. La gente va a poder prescindir de la mascarilla en muchos casos porque hay distancia social. De hecho, por eso la hemos retrasado varias veces, además de por el reducido número de invitados: no queríamos casarnos con mascarilla», explican.

Y es que ese ha sido otro contratiempo con el que tomaron la difícil decisión de ir retrasándola. «No queríamos quitar de la lista a la mitad de los invitados. No obstante, el 26 de marzo ya ha sido una fecha complicada para muchos. A eso añádele que ha subido el precio del menú y que, aunque mi mujer prefiera esta época, a mí me gustaba más el verano… Y, evidentemente, que antes no había Covid», apostilla Javier.

En el mítico restaurante La Cueva de 1900 de Peligros han comenzado, precisamente, a organizar bodas y comuniones desde septiembre. Su directora de Marketing, Claudia Villamil, reconoce que «la gente está más animada» en un sector que, confirma, «está en pleno crecimiento». «Con el fin de la pandemia hemos abordado esta posibilidad de mercado», relata.

Con unas siete comuniones ya confirmadas y hasta un enlace matrimonial medieval fraguándose, Villamil se muestra optimista respecto al fin de las mascarillas en interiores: «Los clientes ya no perciben tanto miedo. En un mismo espacio podemos tener a entre 50 y 100 personas y como tenemos tres salones modulables, jugamos con esa circunstancia para que no se junten varias celebraciones. En uno montamos las comidas y en el otro la celebración posterior».

Sectores complementarios

Los sectores que ofrecen servicios complementarios como los fotógrafos, los centros de flores o los coches de época también notan la mejoría respecto a los meses más duros de la pandemia. Aunque, aquí sí, la sensación es que los clientes jerarquizan aquello que consideran más imprescindible.

Y conservar un bonito reportaje gráfico del día más especial parece estar entre las prioridades de los granadinos. Lo atestigua Ángel Blanco, del estudio fotográfico del mismo nombre, que acumula varios premios nacionales e internacionales. Tras 15 años en el sector, ahora comienza a percibir los brotes verdes, con volúmenes de negocio similares a los de antes de la pandemia.

«Lo que no se trabajó entonces se ha ido recuperando a partir de 2021, cuando llegamos a hacer incluso el 70% o el 80% de la facturación ‘pre Covid’. En 2022 estamos más o menos igual que antes de la llegada del virus, aunque ahora el cliente hace más preguntas y es más exigente», reconoce.

Menos optimismo aprecia Conchi Martínez, gerente de Flores Mari. En la industria de los centros de flores ni siquiera un negocio mítico como el de Ancha de Capuchinos parece notar la «recuperación total». «Lo que antes eran entre cinco y ocho centros por boda, ahora son dos», ilustra. Por eso asevera que estos comercios se están reinventando: «Hay que reactivar el estilo de floración. De media, un centro cuesta a partir de 30 euros, pero hay mucha competencia y muchos floristas. Mi estilo es tener muchas flores y cobrarlas baratas. No se gana lo que se ganaba antes». Para esta temporada, confirma Conchi, tiene ya previstas unas 30 bodas.

Y es que si darse el ‘sí quiero’ ya era un paso muy meditado hace dos años, tras la pandemia y en esta nueva realidad de inflación generalizada lo será aún más para muchos. Pero eso sí, quienes sustentan sus negocios en el amor consumado ya no cuentan con ese enemigo llamado coronavirus.

Fuente: Granada Digital