Pareces muy original pero… ¿eres de verdad tan bueno como dices?

Algunos van de ‘diferentes’ y basan su marca personal en excentricidades o poses que, en ocasiones, venden. Pero no se puede olvidar que diferenciarse es hacer algo mejor que el resto… y demostrarlo.

En más ocasiones de lo que suele ser deseable hay que sufrir a aquellos que deciden ser diferentes en el terreno profesional (o que se esfuerzan por parecerlo), y que hacen uso de ciertas excentricidades, rarezas o poses distintivas que venden en muchas organizaciones más que la verdadera eficacia. En la sociedad -y por supuesto en el ámbito profesional-, se dan ciertas dosis de papanatismo que llevan a fijarse en aspectos que no tienen que ver con la solidez, el valor añadido, la eficacia o la relevancia real. Parece contar mucho más la apariencia, las formas, el envoltorio o la simple visibilidad.

Todo esto puede convertirse en una estrategia ganadora si lo que pretendes es destacar. Pero cabe preguntarse si esta pantalla profesional es suficiente y qué ocurre cuando el diferente y obsesionado por ser distinto olvida que lo importante son los objetivos que se han de conseguir.

Están los que rara vez saludan, pero todo el mundo acepta esta rareza porque son verdaderos fenómenos en su trabajo; o aquellos que llaman la atención con su forma de vestir, o sus formas inapropiadas y excéntricas… Nadie les dirá nada, porque ese toque de color en la oficina lo da un crack (supuestamente) en su trabajo. Debes tener cuidado con lo que dices, porque te expones a una respuesta humillante o maleducada del «diferente». Pero todo vale con estos individuos. Son calificados como profesionales agresivos y exigentes, y eso suele justificar sus salidas de tono.

En el caso de los jefes, muchos son una leyenda por quedarse siempre hasta el final, e incluso se admite que puedan llamarte a cualquier hora del día o de la noche para alguna tarea que consideren muy urgente. Esto no hará más que alimentar su leyenda de «profesional distinto». En general, todos viven en una eterna pose de originalidad que les distingue del resto.

En esto, como en casi todo, hay estudios que lo prueban y certifican: una investigación de la escuela de negocios de la Universidad de Harvard revela que «destacarse de manera distintiva puede brindar un aire de presencia e influencia». Recientemente, The Wall Street Journal hacía referencia a otros estudios publicados en los que la conclusión resultante es que ser o ir de diferente puede beneficiar a ciertos profesionales en determinadas situaciones, porque ajustarse a las normas es fácil y seguro, pero aquel que esté dispuesto a desviarse puede obtener ciertas ventajas.

En realidad, no hay nada de malo en tratar de conseguir que te perciban como alguien mejor que el resto de competidores. Incluso es loable preguntarse qué somos capaces de hacer mejor que los demás, buscando la respuesta profesional adecuada. En un mundo profesional sobreestimulado hay que llamar la atención como sea. De nada sirve ser útil, fiable y sintonizar con tu mercado, empleador o jefe si eres invisible. La clave está en reinventarse de manera regular, pero todo esto puede terminar mal si no adoptas la estrategia adecuada:

Esforzarse por ser distinto en el ámbito laboral es hoy una necesidad, ante la evidencia de que hay profesionales muy preparados para cumplir con lo que demandan las empresas, y se hace necesario hallar una forma de sobresalir.

No basta con que se fijen en ti, y no se trata simplemente de llamar la atención: si generas expectativas estás obligado a convencer y a aportar valor. Lo contrario puede ser sólo interpretar el papel de «distinto» y convertirte en un personaje que, en realidad, no tiene contenido y que difícilmente tendrá recorrido profesional.

Saber venderse y la apariencia pueden ser una ayuda. En igualdad de condiciones, es un valor añadido. Lo que no vale es poner las apariencias en el primer lugar de los criterios de selección. Ten en cuenta que la habilidad de venderse bien no dura para siempre. Puede que haya un impacto inicial, pero que los resultados no acompañen, y que aquel que no había conseguido venderse bien, se revele finalmente como muy bueno en lo profesional al analizar sus logros.

Eficacia frente a simple apariencia

La primera condición que debe cumplir un producto, un candidato o un empleado para ser elegido, es ser útil. La clave es generar resultados o, en su defecto, conseguir transmitir la impresión de que puedes conseguirlos. Y eso nos lleva a la confianza. De poco sirve decir que eres el mejor candidato para ocupar un puesto o que te mereces ascender más que tus compañeros si no ofreces pruebas de que haces lo que prometes. Para conseguir esa confianza, lo mejor es que hablen bien de ti o que ofrezcas pruebas de que has hecho o puedes hacer aquello que aseguras. La etiqueta de experto o de que eres un ‘crack’ en algo no te la pones tú. Lo serás cuando una masa suficiente de personas te defina de esa manera, y eso va a ser más probable cuantas más veces hayas demostrado tu capacidad de resolver problemas. Debes tener un número determinado de casos de éxito que te avalan, porque no eres experto hasta que no tienes un bagaje que te reafirma.

Fuente: Expansión (11/09/2015)