Los jefes que le esperan… a la vuelta de vacaciones Hay jefes para todos los gustos. Conocerlos un poco más y saber cuáles son sus puntos débiles le puede hacer más llevadera la vuelta al cole.
Se habla de los buenos jefes como una especie en peligro de extinción, pero los profesionales que tienen la fortuna de dar con un líder excepcional se aferran a él como el mayor de sus tesoros… y no es para menos. El número de empleados que se va de sus jefes supera de largo al que abandona la empresa por una buena oportunidad. Factores como mantener un buen clima laboral, que no es más que hacer que la plantilla esté a gusto y sea feliz en su trabajo, y aumentar la productividad dependen de la gestión un buen jefe.
Pero, como en botica, hay de todo. Los directivos son personas de carne y hueso, con sus virtudes y debilidades. Sin embargo, estos personajes, amados y odiados según por quien, tienen una característica que les diferencia del resto de los mortales: su responsabilidad les hace poderosos pero, conocerles un poco, les puede hacer… un poco vulnerables. A fin de cuentas, todos somos humanos. Para que no le pille por sorpresa he aquí algunos de los perfiles más comunes. Seguro que alguno le suena:
Estrella Su marca personal supera la relevancia de su empresa. Piense en nombres como Bill Gates, Mark Zuckerberg o Steve Jobs. Su fama está por encima de su compañía pero también está ligada a ella: cualquier desliz puede llevar al traste el futuro de la organización pero, sin ellos, nada hubiera sido posible. Sus empleados les suelen tener devoción, algunos se convierten en súbditos incondicionales: los líderes estrella han conseguido sacar su empresa adelante con esfuerzo y eso les ha llenado de éxito, fama y dinero ¿Existe mejor ejemplo a seguir? Si su jefe es una estrella, tenga cuidado, su brillo puede deslumbrarle. Sea objetivo: aplauda sus éxitos pero reconozca sus errores, recuerde que sólo es un ser humano.
Tiranos La palabra conciliación no forma parte de su vocabulario. Trabajadores empedernidos fueron los empleados más adorados por sus jefes, el complemento perfecto en un equipo de trabajo. Pero en el momento que ascienden su exceso de celo profesional aumenta y, lo peor de todo, es que pretenden que sus colaboradores se impliquen de igual manera: simplemente no comprenden que pueda haber algo más importante que el trabajo bien hecho. Edúqueles y hágales entender que trabajo y ocio son compatibles y que hacer más horas no siempre es sinónimo de eficacia laboral.
Quemados Un exceso de trabajo o de responsabilidades quema al mejor jefe. Si el suyo ya ha caído en las redes del burnout procure que no le salpique, porque este síndrome es contagioso: la apatía y la depresión corre como la pólvora entre los miembros del equipo. En estos casos, lo más recomendable es tomar distancia y, si merece la pena, intentar acompañarle en la solución del problema; nunca ayudar porque se corre el riesgo de asumir una responsabilidad que les es ajena. Otra opción para el empleado es tratar de compartir sus observaciones sobre los síntomas del burnout que ha detectado en su jefe y tratar de buscar una solución.
Atacados Están siempre al borde de un ataque de nervios. La tensión y el estrés les convierte en una bomba de relojería a punto de estallar. Su estado de inquietud y nerviosismo constante les hace muy inseguros y, por lo tanto, muy exigentes con su equipo. Tómeselo con calma. Realice su trabajo con seguridad y haga uso de una paciencia extrema para no perder los nervios
Mudos No hablan por miedo a equivocarse. Nunca dicen la última palabra. Observadores, analíticos hasta la médula, no les oirá pronunciar una palabra más alta que otra. Pero cuidado, su fingida paz interior puede esconder personas frías y calculadoras. Manténgase alerta, de lo contrario se expone a recibir una orden o una crítica por su trabajo: procede de su jefe, pero no será él quien se atreva a dirigirse a usted, ¿el motivo? La dialéctica no es lo suyo y cualquier persona sería capaz de poner en tela de juicio su autoridad con un par de argumento. No se atreva a hacerlo le puede costar el puesto, estos ‘muditos’ suelen ser muy influyentes.
Relaciones públicas Son los jefes por la cara. Han llegado a un puesto de responsabilidad porque son estupendos relaciones públicas. Capaces de vender hielo a los esquimales consiguieron el puesto porque se ganaron la confianza de otro jefe incauto que se dejó convencer por su palabrería. Son estupendos para salir de cañas, pero insoportables cuando se trata de ejercer su función. No se deje engañar por su poder de seducción se arriesga a que le robe toda su energía en su propio beneficio.
Líderes Han nacido para liderar equipos y gestionar personas. Saben escuchar, dialogan, no imponen. Son magníficos cuando se trata de reconocer el trabajo bien hecho, pero implacables cuando alguien del equipo ha cometido un error. En este último caso recurren a la dialéctica: analizan cuál ha sido la causa del fallo, se interesan por saber quién ha estado implicado en el mismo y cuál es la mejor vía para encontrar una solución. Son perspicaces y capaces de detectar a los empleados más tóxicos para actuar en consecuencia: si hay que prescindir de una manzana podrida se deshacen de ella antes de que contamine al resto, eso sí, no cesarán hasta que el despedido entienda que su salida es la única solución.
Enrollados Son los reyes de la fiesta y están preparados para todas las celebraciones. En este sentido son similares a los ‘relaciones públicas’ pero, al contrario que éstos, son generosos, han sabido aprovechar su don para hacer lo que mejor se les da, gestionar con grandes dosis de buen humor. ¡Cuidado! Los enrollados pueden despistar porque, aunque no lo parezca, se toman su trabajo muy en serio, son responsables y muy exigentes. No se atreva a gastarles una broma en los momentos críticos.
Simpáticos Suelen ser muy buenas personas, sin pizca de malicia y siempre dispuestos a hacer el trabajo más fácil. Por este don, los empleados más tóxicos tratan de ganarse su confianza pero les será difícil: estos jefes tienen una facilidad especial para conocer los instintos más rastreros. Son transparentes y si alguien intenta aprovecharse de ellos no dudan un instante en apartarles de su lado. La hipocresía no van con ellos y, a veces, eso puede dañar una diplomacia que les sería muy útil para conseguir una rápida promoción.
Escurring Hábiles como el que más cuando se trata de eximir sus responsabilidades. No es que se escaqueen de sus funciones, simplemente reparten ‘marrones’ por doquier pero cuando se trata de colgarse la medalla, el experto en escurrir el bulto se convierte en héroe. Pillarles con las manos en la masa es el principio para aniquilarlos. Si alguno de sus compañeros cumple con este perfil, librarse de ellos puede ser relativamente sencillo si tiene un buen jefe. Pero si el que escurre el bulto es el jefe, no se preocupe, al final las cosas caen por su propio peso: perderá rápidamente el liderazgo del equipo. Uno de los cometidos de un jefe es gestionar entusiasmo; ahí radica la energía necesaria para iniciar nuevos proyectos. Sin motivación un equipo desfallece. Poco a poco, una disminución de resultados acabará con el ‘escurring’.
Fuente: Expansión (05/09/2011)