Llega la generación aguamarina

Este debate generacional es muy interesante. Pilar Estévez, prácticamente una chavala, convence a su padre José Antonio para modificar la carta del chiringuito La Charca, que era de su abuela, y que lleva sobre la arena desde el 66. Pilar propone quitar clásicos que nadie pide ya como la sopa de marisco y la ternera -«la gente viene al chiringuito a comer pescaíto», le dirá ella en la intimidad del hogar- y el padre, chiringuitero de raza, se quedará reticente ante las divinas tostas de queso de cabra que acaba de plantar la niña en una carta que parece un bodegón marinero del siglo XXI.

José Antonio, que en unos pocos veranos piensa colgar las botas, deja aparcada por unos días la carpetilla de las cuentas y los proveedores; este verano está un poco reservado porque ha tenido un percance de visión. El estrés de una renovación completa del chiringuito para alguien que le va la vida en ello, le ha pasado factura. Ahora está todo muy bonito, blanco y luminoso, pero antes hubo un periodo gris de proyectos que se echaban para atrás y de una exigencia de poner cristaleras hasta abajo -que ahora les encanta al ver al resultado- pero que dobló el presupuesto de la obra por obligación.

Con Loli capitaneando la cocina, Pilar ha sacado las garras y se ha plantado en el chiringuito a sacar adelante el verano del estreno del renovado local. «Mi padre empezó diciéndome: ‘¿Por qué no friegas unos platillos?’. Y al poco ya echaba aquí los veranos enteros. No entendía por qué mis amigos se iban de cortijo y de moraga, con 16 años, y a mí me tocaba estar aquí, pero ahora es otra etapa, lo entiendo y estoy contenta», dice Pilar, que estudio Dirección y Administración de Empresas y ahora conduce el chiringuito sin poder evitar que su padre, con las gafas de sol, se pase a media mañana. No sabe quedarse en casa.

José Carlos Estévez, otro de los hijos -falta Patricia que tiene un negocio en Motril- de esta saga chiringuitera, es diseñador y el encargado de dibujar el logo nuevo -el de siempre pero con un cambio de aires- del chiringuito. Es aguamarina, como las letras, como la pared, y tiene motivos marineros con estilo naif: pulpos, anclas, delfines.

Pilar define su relación con el chiringuito de «amor-odio» porque es duro estar allí día tras día con jornadas de doce horas pero recompensa, reconforta y le gusta. Lo ha heredado. Le han dejado en herencia las ganas de trabajar todo un verano a pocos metros del mar.

También ha heredado la reivindicación prudente de su padre, directivo de la asociación de chiringuitos, que cuenta que lo han pasado regular con las exigencias de Medio Ambiente para lograr la concesión y tener el permiso de la obra. «No somos los enemigos, tan sólo queremos tener nuestro chiringuito… ¿Se concebiría una playa sin ellos?», pregunta Pilar, tercera generación que no conoce la arena vacía.

Con sabor especial

Y con una sonrisa están los camareros Norberto, Said y Rubén y en la cocina Loli, otra Loli, Loli la jefa y Magdalena y Susana. Estas dos, además de una simpatía que se les desborda, tienen una anécdota graciosa. Susana Almón es hermana de la alcaldesa de Motril, la socialista Flor Almón, y Magdalena López Cano, hermana de la concejala de PP de Motril Ángeles López Cano. Ni sus hermanas se sienten rivales en el pleno motrileño ni mucho menos ellas, que se ríen a cada instante con complicidad y aseguran que nunca hablan de política. Este es el buen ambiente que se respira en La Charca. En la nueva charca aguamarina.

La Charca

– Año de apertura: 1966.Propietarios: José Antonio Estévez y Loli Manzano.

– Plantilla: 11 trabajadores.

– Especialidad: Fritura snack (con el pescado sin raspa).

Fuente: Ideal (16/08/2016)