La mujer que exporta guitarras de ‘Graná’ a los cinco continentes

Lisa Hurlong transporta personalmente piezas únicas hasta países como Nueva Zelanda, China, Japón o los Estados Unidos

Lisa Hurlong, que mantiene intacto su acento de Arden, un pueblo de apenas quinientos habitantes situado el Estado de Delaware (Estados Unidos), vino por primera vez a Granada en 1959.Lo hizo acompañando a su madre, una gran amante de la cultura española, para conocer la Semana Santa. «Entonces me enamoré». Tal fue su grado de enamoramiento que en 1987 empezó a vivir en la ciudad y a decir ‘Graná’ en vez de ‘Granada’. Y es que aquí, en ‘Graná’, conjuga su gran pasión, tocar la guitarra –aprendió con el maestro Andrés Segovia entre 1960 y 1966–, y su profesión, vender guitarras de Granada en los cinco continentes. En treinta y seis países para ser más exactos: Australia, Nueva Zelanda, China, Malasia, Alemania, Estados Unidos…

Allí, a todos ellos, viaja Lisa para hacer las entregas en mano porque así abre mercado y «porque un billete de avión vale menos que mandar un paquete al otro lado del mundo». También de esta manera se garantiza algo no menos importante: que esos instrumentos tan delicados, que transporta en estuches de dos unidades, no sufran ningún tipo de rasguño. Ahora ultima los preparativos para su próximo desplazamiento. Estará en las ferias de Shenzhen y Taipei.

Y es que Granada es, en el último siglo, el gran referente mundial de la guitarra clásica. Ahora hay cincuenta y cuatro talleres en plena producción. Fabrican artesanalmente piezas que luego son tañidas por los más prestigiosos músicos en los más prestigiosos certámenes y encuentros nacionales e internacionales. Y en muchos de ellos está Lisa, cuyo principal proveedor se llama Antonio Marín, un guitarrero de la Cuesta Caidero que ha alcanzado la categoría de leyenda –hay una lista de espera de dos años para adquirir una de sus guitarras–.

«Son únicas; se escuchan a la perfección en cualquier sala», explica Lisa, quien recalca que el nivel de excelencia alcanzado en Granada no tiene parangón allende nuestras fronteras. Tanto es así que, según explica Lisa, Antonio Marín, por ejemplo, sólo produce una guitarra al mes –en ella trabajan tres personas– y además, en muchos casos, adaptándose a las necesidades concretas de cada uno de sus clientes. Si tiene las manos pequeñas, si quiere que predomine el sonido dulce o que haya más variedad de registros, si desea que el mango sea más o menos ancho, que las cuerdas estén también más o menos separadas… a gusto del consumidor. «No hay dos iguales», comenta Lisa.

Una calidad y un nivel de exigencia, extrapolable al resto de lutieres de Granada, que en el caso de Antonio Marín tiene un precio medio de unos 6.500 euros, «aunque se puede hacer alguna rebajilla –bromea Antonio– si el músico es pobre». Y es que no sólo hablamos de una mano de obra artesanal con un ‘now how’ de más de sesenta años de experiencia –Marín lleva en el negocio desde 1957–, sino también de materiales de primera. Tapas de pino y abeto, y fondos de madera de Dalbergia traída desde el Amazonas y de ziricote y mangos de cedro de Cuba, el mismo que se emplea en las cajas de puros habanos.

Y es que, más allá de las primeras figuras, el sueldo de un guitarrista no es, desde luego, ninguna exageración. La propia Lisa, que está en contacto directo con ellos todos los días, lo ha podido corroborar a partir de un sondeo directo. Unos 1.500 dólares. «Estamos en un momento en que hay muchísimos artistas excelentes, pero desgraciadamente el mercado no los remunera como se merece», refiere Lisa, quien agrega que ahora los principales importadores de guitarras clásicas están en la región de extremo oriente. Fundamentalmente en Japón, pero sobre todo en China, donde hay programas de televisión donde enseñan a tocar.

Fuente: Ideal