La crisis resucita algunos trabajos “de toda la vida”

Costureras, sastres, modistas y mercerías recuperan la clientela que perdieron tras el boom de los grandes centros comerciales y ven crecer sus ingresos hasta en un 30%.

No todo dentro de esta crisis interminable iba a ser malo, de hecho hay quien ha visto en estos tiempos difíciles -para la mayoría- la solución a sus problemas y, si no es así, al menos sí han podido remontar después de un tiempo en el que su trabajo había comenzado casi a ‘pasar desapercibido’. Y es que las crisis económicas tienen una característica importante: ayudan a revitalizar algunos sectores y no queda más que adaptarse o ‘morir’. Hablamos en este contexto y en este artículo de las tan necesitadas costureras particulares, los sastres y de los negocios de siempre, los de toda la vida (mercerías o boutiques), que poco a poco van recuperando el estatus que las grandes cadenas de ropa intentaron pero nunca consiguieron ‘robarles’ del todo.

Hasta hace un año todos estos profesionales se dedicaban casi por completo a pequeños trabajos de reparación en prendas nuevas, recién compradas (los bajos de un pantalón, entallar una chaqueta, los tirantes de un vestido o alargar una falda, por ejemplo). En estos momentos, si hay algo que está de moda es la buena costumbre de ahorrar, estrategia a la que prácticamente todos hemos vuelto. Una circunstancia que nos ha hecho cambiar nuestra manera de vestir. De esta forma, hemos abierto maletas, antiguos baúles y revisado el fondo de armario…nada se tira, todo sirve si se recicla. Por lo tanto, si llevamos prendas a arreglar, éstas suelen tener, como mínimo, unos 5 años.

Durante el pasado año 2009, el IPC correspondiente con las reparaciones de prendas de vestir aumentó un 1% y el del calzado alcanzó el 4%, porcentajes relativamente bajos si los comparamos con otras subidas relacionadas con el sector textil. Es decir, ha crecido el número de personas que ha decidido dejar de comprar ropa nueva y prefiere rescatar aquellas prendas que no utilizaban desde hace tiempo y, sin importar si se trata de un particular o de una empresa, todos coinciden en que “las cosas han cambiado y el negocio comienza a mejorar, porque ahora son más personas las que han dejado de lado los prejuicios y lo que quieren es no gastar el dinero que realmente necesitan”, como asegura Maite Román, costurera particular de Baza, de 57 años, que lleva toda la vida haciendo arreglos para las familias del pueblo y es ahora, después de un lustro, cuando empieza a notar una cierta recuperación: “a veces necesito ayuda y mando la ropa a otras amigas”, nos dice.

Los precios de los arreglos varían y mucho dependiendo de la zona, la rapidez, la entrega a domicilio y evidentemente del particular que vaya a realizar su trabajo, puesto que existe una cierta libertad para decidir cuánto cuesta hacer un dobladillo, por ejemplo. Así, en un lugar puede salir por 8 euros y en otro por 15; la realidad es que los costes pueden variar hasta en un 40%. Cierto es que la libertad que tienen las costureras o sastres particulares para poner precio a su trabajo no es la misma para las grandes compañías, siendo además los primeros bastante más asequibles, por norma general. Esto ha provocado que, en lo que llevamos de año, los particulares hayan notado un aumento en la demanda que oscila entre el 20 y el 30% y por ende también un incremento en sus ingresos. De esta manera, están los arreglos normales, que cuestan entre 8 y 10 euros y los que requieren más esmero, de 25 a 35 euros, así como los laboriosos que superan los 50 euros. Además, si lo que se requiere es un trabajo especial o express, prepárese porque la tarifa aumenta hasta casi un 50%. Pero, ¿compensa arreglar la ropa? Los expertos nos aseguran que sí siempre y cuando se trate de prendas a las que se les pueda sacar partido, es el caso de las chaquetas o los abrigos, que por lo general son más caros que otros artículos como faldas o pantalones. A sus talleres llega diariamente un buen número de clientes convencidos de que revisando el fondo de armario se puede ahorrar mucho dinero y evitar gastos innecesarios.

Otro de los sectores que ha recuperado la clientela perdida durante los últimos años es sin duda el de ‘las tiendas de barrio’, boutiques en las que siempre encontramos lo que necesitamos, desde unos calcetines hasta el mejor tocado y sin movernos del lugar. Eso lo saben bien los clientes que año tras año se ha ido ganando ‘El Lechuga’, negocio del barrio Zaidín cuyo propietario es Manuel Abellán Lechuga. En total son cinco las tiendas que llevan su nombre y que desde hace más de 36 años se empeñan en hacer la vida más fácil a todos los granadinos. Para este profesional de las relaciones entre cliente y tendero, el truco está en el trato ofrecido y por supuesto en no tratar de compararse a las grandes superficies, “no tenemos nada que ver. Hay mucha competencia en el sector pero somos totalmente diferentes; además, cada cual tiene su clientela: ellos tienen el autoservicio, que llego, lo cojo y me lo llevo; aquí llega el cliente y nosotros sabemos lo que le hace falta, son clientes habituales de los que ya conocemos sus gustos, sus preferencias”. Un trato personal que es totalmente distinto y que en los tiempos que corren comienza a ser muy valorado por quienes quieren hacerse con alguna prenda. En estos negocios saben cómo cuidar a aquellos que llevan años mostrándoles su fidelidad y para premiarlos siempre están en ofertas, incluso tienen una tienda dedicada exclusivamente a liquidación de todos los restos que les van quedando en las otras tiendas (está situada en calle Palencia número 11, entrada por calle Roma). ¿Su nombre? Ofertas Lechuga. Manuel nos comenta que la situación de crisis también les ha tocado a ellos, “el que pone un negocio de estos y piensa que se va a hacer rico está equivocado; aquí con cubrir gastos hay que conformarse, porque esto es un negocio muy complicado y sacrificado, hay que echarle horas. Nosotros empezamos a la hora que abrimos pero no sabemos cuándo nos vamos porque a medio día tenemos muestrario, por la noche también, es un trabajo continuo y una dedicación absoluta”.

 

Fuente: Granada Digital (17/06/2010)