La crisis da vida al ratón

Internet es una Red en la que muchos se han quedado enganchados. Otros, poquísimos, pasan de largo y todavía confunden el Twitter o Tuenti (dos foros sociales ‘online’) con una marca deportiva. Y ahora, con la crisis económica, los hay que se encuentran en el mundo virtual con una tabla de salvación. Navegan sin parar a la caza de una oportunidad para llegar a fin de mes. En el Día Mundial de Internet, que se celebra hoy, la web se extiende cuan ancha es. Más cargada de posibilidades que nunca.

Las cifras llevan ya tiempo marcando tendencia, así que llueve sobre mojado. Según el estudio ‘La Sociedad de la Información en España 2009’, que acaba de presentar Telefónica, el porcentaje de internautas pasó del 8,2% al 46,8% de la población entre 1999 y 2008. Un caldo de cultivo que en estos tiempos, señalan los expertos, se encuentra a punto de ebullición. «España se ha convertido en el mejor país para invertir en internet», asegura Luis Martín Cabiedes, con la convicción de alguien dispuesto a respaldar con más de 200.000 euros los proyectos que le llaman la atención. Y eso, sin pestañear. Es uno de los pesos pesados que imprime movimiento a los buques insignia ‘online’, como es el caso de Privalia, un ‘outlet’ que espera facturar unos 120 millones de euros para finales año. ¿Quién dijo crisis?

Pero la buena fama de internet como trampolín no sólo se debe a Privalia y compañía. También nos encontramos con cibernautas que dan el salto a la popularidad porque le han echado imaginación y poco más. O se han dejado los ojos buscando ofertas de empleo. Un par de ejemplos: Juan Antonio Hervás de la Rosa, un parado andaluz que ha encontrado trabajo en EE UU gracias a la Red, o Mikel Izarzugaza, un carnicero vasco que ya se plantea instalar una ‘webcam’ en su local para dar más realce a la venta ‘online’ de los chuletones de ternera. Son adictos a internet, enredan y sacan provecho al máximo del mundo virtual. Ninguno de ellos vive encerrado en su habitación ni se ha quedado sin amigos. Todo lo contrario. Han encontrado el equilibrio entre la realidad, pura y dura, y los sueños hechos realidad a golpe de ‘click’.

Sastre en Granada

Bere Casillas tenía un ordenador con Windows 98 en la sastrería de Ogíjares (Granada) y para de contar. Era un clásico que se negaba a cambiar de móvil, uno de esos armatostes que casi no cabían en el bolsillo. Para ser feliz le bastaba con las tijeras, el metro y los alfileres. Hasta que un buen día se dio de bruces en la pantalla de un PC con más de 20 trajes medidos y cortados por él. Oh, sorpresa. ¿Cabía mejor propaganda? «Eso mismo me pregunté yo. Era una página de Tuenti que tenía abierta mi hija. Se veía a un grupo de chicos muy elegantes en una fiesta; gente normal y, oye, me pareció fantástico». Él, que tenía alergia al ratón inalámbrico, se dejó llevar de la mano… Cayó en las redes de internet «por amor» a cada una de sus creaciones. No era de recibo dejarlas por ahí colgadas, en la Red de Redes, sin dejar constancia de su autoría. Había que subrayar el ‘copyright’ con todas las letras y, a ser posible, ampliar el círculo de la clientela.

Incapaz de echar el freno cuando coge carrerilla, ahora cuenta con 1.000 suscriptores para ver sus vídeos en YouTube, casi 1.600 en Facebook, unos 1.800 en Twitter y más de 600 en Tuenti. Visto lo visto, nada parece descabellado. El mundo virtual tiene sus reglas, proclives a sumar ceros en un abrir y cerrar de ojos. Será que darle a una tecla nunca se piensa demasiado. Según los cálculos de Bere, sus seguidores ‘online’ le pueden llegar a comprar «unos 500 trajes al año». Una recompensa medianamente proporcional al tiempo y esfuerzo que dedica a la navegación por internet. No se lo pierdan: entre las seis y las ocho de la mañana, se enfrasca en el Facebook, Tuenti, Twitter o en su propio blog, donde lo mismo te encuentras con género a la venta (corbatas, gemelos, velas, plumas estilográficas…) que con un estudio gratuito sobre ‘cómo ser elegante y no morir en el intento’ o consejos para disimular el sobrepeso. Por la noche, «cenado y duchado», aprovecha para contrastar la información y documentarse porque, ya se sabe, en internet los contenidos se exhiben a la vista de todo el mundo y cualquiera te saca los colores. El ‘cortar y pegar’ -el plagio de toda la vida- ni se le pasa por la cabeza. Bere es original cien por cien.

Hace un par de semanas, su aparición en el programa televisivo de Buenafuente fue la guinda de una trayectoria que no conoce límites. Ya acaricia la idea de ir delegando su labor de sastre, poco a poco, para volcarse de lleno en su faceta ‘online’. Lo tiene todo calculado. Los simpatizantes hispanos de EE UU y un buen montón de fieles en México, Argentina y Colombia no son un mercado baladí, hay que hincarle el diente antes de que se aburran de seguir su vida y milagros en la Red. Y lo hacen, vaya si lo hacen. Bere se siente en la cresta de la ola, con energía «para montar en América un almacén que permita ahorrar costos y distribuir trajes por allí». Tiempo al tiempo. Ha cumplido 45 años y no ha hecho más que empezar.

Carnicero en Bermeo y Mundaka

«¡Lo importante es querer! Luego ya llegan las cosas. Pero lo primero es querer, querer con todas tus fuerzas», razona Mikel Izarzugaza, un carnicero de Bermeo que, a sus 31 años, se ha convertido en el tipo más mediático del gremio. Con su uniforme rojo burdeos, el pañuelito de pirata y un sistema de venta ‘online’, ha salido en más de una cadena de televisión. Hay que saber vender. Normal que haya unos cuantos interesados en Murcia o Segovia que se toman la molestia, cada semana, de echar un vistazo a lo que trae de bueno en izarzugaza.com. Quién le ha visto y quién le ve. Su página web no le reportará más del 1% de las ventas al año -con una facturación de unos 500.000 euros- pero ha ganado en confianza, proyección y sobre todo en planes de futuro. Ahora es capaz de visualizar un horizonte despejado y no duda en volar a Frankfurt para empaparse de las últimas novedades que presenta la Feria de Alimentación y Maquinaria para pequeñas empresas. Quiere estar a la última en envases, precintados, refrigeración y lo que haga falta. Tanto ímpetu le viene del miedo que pasó hace unos ocho años, cuando se vio con el agua al cuello. Entonces se puso a bracear como un loco. «Iba a donde me llevaba el instinto. Igual que un niño. Sólo así te sale la vena pionera. No hay que perder al crío que llevamos dentro, eso te puede sacar de callejones sin salida», cuenta con la voz de la experiencia. Tenía clarísimo que el negocio de su bisabuelo, Crispín Uriarte, necesitaba un arreón. De los que hacen historia. Que cien años no pasan en balde. Por eso se apuntó a clases de internet y decoración, se cerró en banda a las críticas y dejó volar la imaginación.

«¿A dónde vas? ¡Qué pérdida de tiempo! ¿Y eso haces en horas de trabajo? Mucha gente me soltaba ese tipo de cosas. Puuuf. No veían qué aplicación podía tener todo eso…». Romper moldes nunca es fácil, máxime cuando se hace con todas sus consecuencias. Con dos locales en Bermeo y uno en Mundaka, ya baraja la posibilidad de formar a gente de su personal «para que se acostumbren a los gustos de los clientes de fuera del País Vasco». Y es que, además de carnicería, charcutería y salchichería, trabaja con los precocinados, bien sean chipirones, albóndigas, callos, croquetas… «Todo muy rico pero te soy sincero: alguno habrá que se queje de que somos un poco sosos. En el norte no nos gusta condimentar demasiado». Es lo que tiene la globalización, hay que esforzarse por contentar a todo el mundo para hacer negocio. Uno de tantos retos para Mikel. Como instalar una ‘webcam’ para que lo vean en plena faena, cortando chuletones y quitando las tripas a un pollo. ¿Por qué no?

Inversor financiero radicado en Madrid

Luis Martín Cabiedes estudió Filosofía Pura y le encanta navegar. No sólo por internet. Todo lo que suponga soltar lastre le fascina. Dice que los negocios son como la vela. «Hay de todo: ceñidas con viento de proa, regatas con viento duro, blando, de popa, de proa… ¡Tienes que conocerlas todas!», asegura Luis Martín Cabiedes, un inversor financiero de proyectos ‘online’ que lleva más de 12 años sondeando las profundidades de la Red. Su buen ojo y, sobre todo, el dinero que aporta son providenciales para cerca de diez emprendedores al año. Le sobra capital para darles alegrías. Entre 1989 y 2002 fue copropietario de la agencia de noticias Europa Press, apostó por internet, se hizo de oro gracias al pelotazo que supuso apoyar a Olé (el mayor buscador español a mediados de los 90) y no tardó en seducirle la idea de convertirse en un ‘cazatalentos’.

Es capaz de aportar con otros socios hasta dos millones de euros para mantener a flote un proyecto que merece la pena. La lista de empresas ‘online’ que le deben la vida es larguísima: Bubok, Sclipo, Trovit, Nvivo… Le gusta tocar varios palos: comercio electrónico, redes sociales, vídeos… Pero, cómo no, siempre cita con especial cariño a Privalia, un club privado de venta ‘online’ que ofrece primeras marcas como Armani y Prada con descuentos de hasta un 70%. A la espera de que eleve a la enésima potencia el número de miembros (que ya son dos millones) y duplique su facturación para finales de 2010, o sea unos 120 millones de euros, todo son buenas palabras para este ‘outlet’ virtual. Cuando las crisis arrecian, las rebajas se llevan el gato al agua.

«Todo esto ha llegado para quedarse. Igual que los sitios web que ofrecen entradas para la ópera y menús en restaurantes a precios un 50% más baratos de lo habitual», apunta Martín Cabiedes. Tampoco pierde de vista el campo que se abre con los iPhones (móviles inteligentes); de esa manera, suma y sigue.

-Tan embebido de internet. ¿Ya habla cara a cara con la gente que le manda proyectos?

-Claro que sí. Eso es insustituible. Y es más, siempre quedo en el lugar de trabajo. Las miradas, la disposición de las mesas, cómo te saluda la gente…, todo eso te transmite el verdadero espíritu de la empresa. Te demuestra si hay ansias de conquista o… no. Yo no cierro ningún acuerdo sin pasar horas y horas con la persona en carne y hueso. Hay información vital que no te da internet.

Fuente: Ideal (17/05/2010)