Jamones 2.0, una empresa granadina que difunde la cultura del jamón serrano de Trevélez a través de las redes

«Tengo un padrino en Argentina al que no le puedo mandar su jamón, pero ha seguido todo el proceso de curación. La mayoría los mandamos por correo, pero lo bonito es ‘desvirtualizar’ a la gente y que venga aquí, a la ceremonia de recogida». María José es la jamonera de los Jamones 2.0, pequeña empresaria granadina que difunde la cultura del jamón serrano de Trevélez a través de las redes sociales. Este sábado ha recibido en su tienda en la calle Sagrada Familia de Granada a los padrinos de sus jamones.

«Mi jamón se llama Cachita», explica Ana, cubana en el exilio y vecina de Granada. «Es la expresión cariñosa para la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de todos los cubanos. Hace un año y medio estábamos con una campaña por los presos políticos en Cuba, y lo hice como algo simbólico». Ahora, después de 18 meses siguiendo cada paso en el proceso de curación, recibe su jamón deshuesado en ceremonia solemne. «Es que no sabemos cortarlo en casa», se excusa.

«¿Qué pasa? ¡Cuánto tiempo!». Los padrinos se saludan entre ellos. Se han visto sólo una vez, hace un año y medio, en Trevélez, visitando el secadero, en la ceremonia de apadrinamiento, pero se han mantenido en contacto a través de Facebook, Twitter y el blog de María José, que les explica paso a paso la salazón, el secado, cuándo les dan manteca o les dan aceite a sus jamones, todos con nombre y apellidos.

«Es la segunda generación de padrinos», explica la jamonera, nacida en Pamplona pero que lleva media vida en la Alpujarra. «Entre las dos podemos llevar más de 100, algunos de Francia, Alemania o Italia, o nuestro argentino, al que no se lo podemos enviar». Comprar el jamón «no es obligatorio, lo decides cuando llega el momento. Pero la mayoría dicen que sí. Es casi inevitable». Los padrinos reciben vídeos a través de Youtube.com y cartas personalizadas con todo lo que ocurre con su jamón.

Es un paso a paso en el que también promocionan la zona. «Algunos me preguntan por casas rurales o nos visitan en vacaciones. Entre ellos se acaban manteniendo en contacto y se crean amistades», explica María José.

En esta edición los que han venido desde más lejos son otra Ana, esta de Lucena, en Córdoba, que llega con sus padres y una amiga. Su jamón se llama Blacky, un juego de palabras con pata negra, aunque los jamones de Trevélez son serranos, no ibéricos. «En la oficina tengo una foto. Es un apadrinamiento de verdad», proclama. Es una fanática del jamón: «Mi padre me regaló un guante de carnicero con 11 años para que aprendiese a cortarlo de tanto que me gustaba. Así que cuando descubrí que esto existía, ni me lo pensé».

Tienda de pueblo

Ana entiende del proceso de curación, pero es una excepción. Pablo, Marga y su hija Maya son los padrinos de Hamchine, conocen a María José porque él fue compañero de trabajo antes de que ella fundase su empresa. «Hemos aprendido un montón, porque no sabíamos nada. No conocíamos ni la Alpujarra. Entre medias vienes a la tienda de ellos y compras otros productos típicos. Conoces a María José, que es más una amiga que otra cosa. Han usado las redes sociales para recuperar el concepto de tienda de pueblo, en la que conocías al dueño y cuando pasabas le preguntabas por la familia».

María José y Rafa, su marido, fundaron el negocio hace ocho años, cuando él se quedó en paro. Ambos habían trabajado para otras empresas del sector y decidieron alquilar su propio secadero y poner una tienda en Granada donde centralizasen la venta de productos, convirtiéndose en sus propios proveedores. Luego vino la idea del 2.0, con las redes sociales y la ayuda de los centro Guadalinfo de la Junta de Andalucía.

«Lo bonito es que la red social sea sólo una herramienta, que la gente venga y se conozca. Eso es el 2.0 de verdad, y no vivir pegado al ordenador», resume ella. La red le ha servido en todos los sentidos, algunos de los restaurantes de los que son proveedores los conocieron por el boca a boca entre sus clientes.

Para la tercera generación de padrinos, que comenzará en breve, «quiero ir un poco más allá. Pero no os lo puedo decir todo», señala. Una cosa sí desvela: «Vamos a hacer talleres gratuitos de cortar jamón, que es un arte que poca gente conoce. Y quiero que el contacto con el jamón no sea de dos veces al año, que vengan más».

Fuente: El Mundo (17/09/2007)