¿Eres emprendedor MacGyver o Simpson?

Con qué características de Homer Simpson, Son Goku o MacGyver te identificas? Conocer los perfiles de estos personajes de ficción y sus errores más habituales al conducir una empresa puede ayudar a prevenirlos y evitarlos y emprender así con éxito.

En momentos complicados como los que nos toca vivir es cuando más falta hacen emprendedores que sepan ver nuevas oportunidades de negocio que cubran necesidades de los consumidores y ofrezcan servicios para resolver sus problemas.

En los países de nuestro entorno, aquéllos que se arriesgan a crear empresas tienen buena reputación, pero en España –salvo casos muy concretos– el hecho de asumir un riesgo tan grande al tener que invertir dinero, esfuerzo, dedicación y tiempo no se aprecia siempre de la misma manera: si el emprendedor sale adelante, especialmente desde el punto de vista económico, será reconocido como un triunfador, pero en caso contrario se le tildará de fracasado.

Saber si tendrás éxito en la creación de tu negocio no depende de una bola de cristal ni tampoco de una ciencia exacta que lo pueda calibrar. Algunos aspectos pueden ser muy decisivos para lograrlo, como demuestra el libro Escuela de emprendedores, de Albert Torruella, Ferran Peiró y Guillem Perdrix, expertos en creación de empresas que analizan los pasos necesarios para transformar una idea en un proyecto real.

Personajes ‘ejemplares’

Las caricaturas de algunos tipos de emprendedores potenciales nos pueden brindar modelos útiles de actuación para identificarnos con un perfil determinado. Y ciertos personajes de ficción populares pueden ser una referencia clara: en la lista están Homer Simpson, Son Goku, MacGyver, Pedro Picapiedra, David el Gnomo o el Flautista de Hamelín.

Uno de los fallos del emprendedor se produce cuando éste crea un negocio tras enamorarse de una idea, sin antes haberla analizado desde el punto de vista de la oferta. Por muy buena que sea la idea hay que disponer del conocimiento, la experiencia y las habilidades necesarias para llevarla a cabo. La ilusión y las ganas son muy importantes, pero no son suficientes. Este tipo de error representaría muy bien en la realidad a personajes como Homer Simpson, que considera su trabajo un simple pasatiempo sin pensar en analizar el sector ni de hacer previsiones de futuro.

Otro aspecto que el emprendedor ha de vigilar son a las expectativas de ventas. La mayoría acaba ganando mucho menos dinero de lo que cree si no ha tenido en cuenta lo que puede costar la mano de obra o las horas de dedicación cada día. El Pedro Picapiedra de la empresa destaca por su tozudez e inmovilismo al tratar de resolver los problemas.

La falta de sintonía entre socios es otro de los errores en los que muchos pueden caer. Al iniciar un proyecto, ya sea con la familia, con amigos o conocidos, es muy positivo que todos puedan aportar el mayor número de ideas y opiniones posibles para aplicar en la compañía, pero siempre teniendo claro que todos mantienen una misma filosofía de negocio. Si eso no se tiene en cuenta, la relación de sociedad puede acabar rompiéndose: “Si os peleáis de novios, mejor no os caséis”, aconsejan los autores del libro.

Cuando un emprendedor no es plenamente consciente de que sus clientes no son el mundo entero se produce otro de los fallos más importantes: hay que ser proactivo y utilizar canales de márketing y publicidad para dirigirlos bien al consumidor. Cuanto más conozcas a tu público objetivo más probabilidad de éxito tendrás.

Contar con expectativas de venta poco realistas es un fallo común de los nuevos empresarios que no trabajan bien con la acción comercial de su compañía, pensando que las ventas vienen solas, sin reorientar sus negocios. Un tipo de emprendedor que podría dar la vuelta a este problema es el que representa el Flautista de Hamelín, capaz de controlar el aspecto comercial, que sabe vender el producto, y convencer a un amplio sector de personas.

Otra asignatura pendiente para el emprendedor llega cuando éste no analiza el mercado en el que trabaja, o cuando no ha sido capaz de elaborar un plan de márketing o de tendencias de consumo. Esto puede pasar factura si el creador de empresas se topa con una realidad que no era la esperada.

El carácter resolutivo e innovador: MacGyver

Es la representación del emprendedor caracterizado como el inventor de maravillas con una cabeza en pleno funcionamiento, atento, resolutivo y capaz de ingeniárselas como sea para resolver problemas que se planteen en su empresa por muy duros que estos puedan ser. Un empresario reflejado en este personaje es aquél que se centra por encima de todo en la capacidad de innovación para ofrecer nuevos servicios y productos. Su principal temor y error suele venir cuando ya todo está inventado en un sector y tiene que adaptarse a cambiar la planificación y la estrategia para amoldarse a los cambios.

El perfil despreocupado e irresponsable: Homer Simpson

El tipo de emprendedor que se ve reflejado en este personaje representa a aquella persona que nunca ha mostrado ambición de futuro y que, una vez que ha decidido crear una empresa, delega todas las obligaciones y responsabilidades en otras personas sin pensar demasiado en cómo puede repercutir eso en su compañía. Es una persona que decide crear una empresa como si se tratara de un ‘hobby’ sin evaluar los riesgos que ello puede comportar ni la inversión necesaria para que funcione. Crea un negocio porque “le da la gana” lanzándose a la piscina sin preocuparse de la reflexión, el análisis, el esfuerzo ni la previsión.

La persona que lo quiere abarcar todo: Son Goku

Representa la figura del emprendedor que está en todas partes. Hace de director, de financiero, de comercial, de secretario que lo controla todo pero sin contar con que, en muchas ocasiones, saber delegar las funciones en una empresa resulta fundamental para que el negocio marche centrándose en los aspectos en los que el innovador puede aportar más experiencia. También se le conoce como el ‘emprendedor Ferrari’ porque mantiene una actitud que le hace pensar que puede llegar a todo el mundo a la hora de ofrecer sus productos, aunque termina por encontrarse con todo lo contrario, por no preocuparse de conocer a sus clientes. De tanto querer abarcar para llegar al mayor número de personas se acaba olvidando de que el cliente principal es el que puede tener más cerca de casa.

Fuente: Expansión (02/05/2012)