El filón de los productos ‘bio’ contagia a las pymes

Son muchos los motivos que han llevado a la sociedad actual a preguntarse de dónde viene lo que se come, cómo se producen los objetos de uso cotidiano o por qué utilizar cosméticos que más bien parecen medicinas. Así, el surgimiento y proliferación de nuevas enfermedades, la preocupación ante las consecuencias de descuidar el medioambiente y la necesidad de consumir de manera más cívica, han hecho que los llamados productos bio sean cada vez más reclamados por el consumidor.  

Después de que grandes marcas adaptaran parte de su catálogo para dar respuesta a esta demanda del mercado e incluso crearan nuevas líneas que garantizaban el origen ecológico de estos, muchos emprendedores han visto en esta tendencia de consumo un filón en torno al cual diseñar su proyecto de negocio.

Sin entrar en cuáles son los requisitos que debe cumplir un producto para ser etiquetado como bio o eco, o en si las empresas cumplen la legislación existente al respecto de esto, lo cierto es que los estantes de las tiendas se han llenado de embalajes que tratan de llamar la atención de un consumidor más personal y socialmente sensible que nunca.

Normas de la UE

Los productos ecológicos o biológicos son todos aquellos que cumplen unos requisitos que, a petición de la Unión Europea, España puso en vigor en el año 2009. Entre otros temas, la normativa hace referencia al tipo de fertilizantes usados en su producción, el modo de cultivo y la ausencia de transgénicos. Así, ya no es tan difícil encontrar artículos de este tipo en grandes superficies o en tiendas especializadas en su distribución, como el madrileño establecimiento La Tienda de la Abuela, que además envía gratis a toda la península pedidos por un importe superior a 40 euros.

En el ámbito de la alimentación, uno de los sectores más veteranos es el de las cooperativas de aceites, que aprovechan ahora el boom de distribuidores para dar a conocer su preciado líquido. Verdial Lácara, Olivarera Los Pedroches, La Purísima o Directo de Olivar, son sólo algunos ejemplos de alguna de estas cooperativas, que también venden directamente a través de su web.

Con un tinte romántico que evoca a la atmósfera rústica de antaño, las nuevas generaciones propietarias de granjas lecheras ofrecen también sus productos con etiquetas de 100% ecológico. En esta situación se encuentra la empresa gallega Casa Grande de Xanceda, que desde 2002 se dedica a la crianza de vacas felices. La cooperativa de leche y lácteos Crica también apuesta por este sistema, que cuida todo el ciclo de producción de los alimentos para que estos lleguen a la mesa de la forma menos alterada posible.

El dilema de los precios

El chocolate, cuyo sistema de producción se ha cuestionado mucho últimamente, tiene también su versión eco en España. La empresa Tierra Dulce comercializa en contados locales este oro negro, porque la elaboración artesanal no admite otra cosa. Y este es otro de los principios bio: pocas unidades de la mejor calidad. Pero, ¿influye esto en el precio?

Aunque hasta hace poco el concepto de ecológico se ha asociado a precios desorbitados, casi de lujo, la realidad es que el creciente número de fábricas y tiendas de este tipo ha normalizado mucho el coste final.

Económicamente, si pensamos en las consecuencias de producir alimentos y bienes de consumo de forma ecológica dentro de un sistema fundamentado en el cultivo intensivo, lo cierto es que las cuentas pueden no salir en un primer momento. Sin embargo, tal y como apunta la investigadora en políticas agrícolas y alimentarias Esther Vivas, «apostar por una agricultura local implica invertir en la economía del país, ya que genera puestos de trabajo y riqueza».

De este modo, unas industrias que hace pocas décadas se creían en extinción, por la llegada de modelos intensivos de producción, han resurgido gracias a la moda de cuidarse con conciencia medioambiental. Esta generación de jóvenes propietarios que continúa con el negocio familiar o da una vuelta a su modelo empresarial para adaptarlo a estos nuevos requerimientos sociales, tiene su principal clave del éxito en la ilusión puesta en los proyectos. Así, la misma sensibilidad que llena los estantes de maquillaje, comida y ropa ecológica es la que mueve al consumidor, cada vez más interesado por el valor añadido que ofrecen las compañías que por su peso empresarial.

Fuente: El Economista (24/04/2015)