Cómo ser un buen emprendedor en España Cada vez son más los españoles que deciden enfocar su futuro laboral hacia el emprendimiento para poner en marcha su propio negocio. Aquí te ofrecemos algunas pistas para hacerlo y testimonios de los que ya lo hicieron.

Convertirse en empresario es una tarea apasionante, un salto siempre adelante en el terreno profesional, pero también difícil. A la incertidumbre que conlleva la puesta en marcha de un negocio hay que sumar los trámites burocráticos, la inversión inicial, un estudio de mercado… Toda una serie de pasos que no deben ser un obstáculo ni hacernos olvidar nuestro objetivo, pero para los cuales hay que estar preparado.

Sin embargo, no basta con tener una buena idea o tener un buen plan de negocio. Ni siquiera basta con tener la financiación necesaria. Según el informe de la consultora PWC ¿Por qué España necesita más emprendedores?, en la puesta en marcha de todo proyecto novedoso e innovador a manos de un emprendedor existe un paso primigenio: la actitud emprendedora. “Las ideas que funcionan y que se materializan en algo útil no surgen de la nada ni aparecen por generación espontánea; las buenas ideas con capacidad de transformar la realidad nacen porque previamente existe inquietud, curiosidad, creatividad y predisposición a pasar a la acción”.

Y es que, al final, la aventura de emprender depende, fundamentalmente, del factor humano, de la figura del emprendedor, de su entusiasmo, su compromiso, motivación, su capacidad de resistencia y de aprender de los errores.

A priori, todo el mundo parece tener las claves para emprender con éxito. Basta buscar en Google «consejos para emprender» y nos aparecerán miles de páginas con recomendaciones, tips y claves que más bien parecen manuales de autoayuda: «Ten una visión», «corre riesgos», «cree en ti mismo», «maneja tu energía, no tu tiempo», «persigue tu felicidad»…

Según Carlos Alberto Pérez Rivero, director del Máster en Dirección de Personas y Desarrollo Organizativo de ESIC, «son más proclives a emprender aquellos que les gusta trabajar por objetivos, que son inconformistas con los poco retadores y no pertinentes. Profesionales que encuentran satisfacción cuando hacen una aportación de valor, personas con tolerancia al fracaso, que no se quedan paradas ante los problemas y las dificultades y se centran más en detectar oportunidades que inconvenientes. Personas que logran colaboraciones y que también tienen valor para defender sus puntos de vista».

De emprendedor a emprendedor

Es el caso de José José Azulay, CEO y director de Diseño de la empresa «UNOde50», que explica que, a lo largo de sus 20 años de carrera, ha aprendido muchísimo: «No tenía ni idea de cómo se creaba una empresa día a día. Lo he ido asimilando con mucha dificultad gracias a la gente que ha trabajado conmigo. Al principio me ocupaba de todas las áreas, pero yo no sabía nada de recursos humanos o marketing, por lo que me tuve que poner las pilas. De todas las lecciones que he interiorizado, sin duda la principal es la de que todo se puede conseguir. La ilusión y el empeño son las mejores armas para desarrollar cualquier proyecto».

Sin embargo, en nuestro país, sobre todo en los años más duros de la crisis, hubo cierta tendencia a que aquellas personas que se quedaban sin empleo buscaran una salida laboral montando su propia empresa, algo no siempre adecuado.

Según Marta Plana, cofundora de Digital Origin, una startup «fintech», «hay gente que me dice que está emprendiendo porque está en paro y ha decidido montar una empresa. Grave error. Para crear una empresa has de tener una idea clara de lo que van a ser tus próximos años y de lo que vas a arriesgar emocional, profesional y laboralmente; de que vas a necesitar muchos recursos y dedicación plena. Confundimos el emprendimiento con el autoempleo y no tienen nada que ver. En Estados Unidos, cuando hablas de emprender te miran con admiración porque saben lo que eso supone. Dejar trabajos y nóminas para montar algo nuevo exige un ADN especial», explica.

Toda ayuda es bienvenida

Otro de los problemas con el que se suelen encontrar los futuros emprendedores es el de obtener ayudas económicas. A la hora de financiar un proyecto, es preciso saber qué fuentes existen y cuál es la adecuada para cada caso. Bancos, venture capital, Administraciones Públicas, business angels, empresas o inversores particulares disponen de fondos para emprendedores y buscan iniciativas por las que invertir. Por ejemplo, Banco Santander concedió el año pasado 44.862 becas y ayudas a estudiantes universitarios para poder hacer realidad sus proyectos, así como financiación para 250.000 microemprendedores. Así, seleccionar al socio adecuado determinará el éxito del proyecto, así como la rentabilidad a futuro en caso de que éste funcione.

Cuando un emprendedor tiene un proyecto, no siempre encuentra aliados, ni sabe cómo echarlo a rodar o cómo definir un plan que le permita convertir su iniciativa en un negocio. Incluso suele faltar un elemento clave en el éxito de un proyecto: contrastar la idea con expertos, con el entorno o con los destinatarios. Testar, soportar con datos o enfrentar el proyecto con la realidad es un primer paso para el que se precisa una colaboración que no siempre existe.

El Ministerio de Industria ofrece en su página web un apartado dedicado a la financiación de empresas en el que cuenta con un listado de ayudas e incentivos de ámbito nacional así como con una guía dinámica de ayudas para la creación de empresas. Asimismo, se puede utilizar el Buscador de Puntos de Atención al Emprendedor (PAE), que permite buscar otros servicios de ayuda o acudir a su servicio de mentoring Lánzate, por el que conectan a emprendedores con grandes directivos del sector TIC para impulsar nuevas oportunidades de negocio en el ámbito de la economía digital.

Existe, además, el denominado Pago único por Desempleo, que permite cobrar de una sola vez la prestación por desempleo para montar una empresa; ayudas para jóvenes emprendedores a través de Enisa (Empresa Nacional de Innovación), empresa pública que participa activamente en la financiación de proyectos empresariales viables e innovadores a través de préstamos participativos; ayudas para mujeres emprendedoras bajo el Programa de Apoyo Empresarial a las Mujeres; o ayudas a la innovación. También se pueden solicitar los préstamos del ICO, cuyo importe máximo por cliente es de hasta 12,5 millones de euros.

Más allá de la inversión

Pero además de dinero, a veces se echan en falta otras ayudas: elementos relacionados con la función financiera de la compañía, en materia de inversiones, tesorería, estructura de precios, salarios o en qué invertir los fondos de las primeras rondas de financiación son claves para el desarrollo del proyecto empresarial. En este sentido, se evidencia, en general, la falta de stakeholders que más allá del impulso de la iniciativa, se centren en aspectos de gestión, así como en otros más formales, de manera que conforme el proyecto se desarrolle, aporten un roadmap de hitos necesarios o muy recomendables.

En cualquier caso, si de algo deben aprender también los emprendedores es de los errores propios. A veces, hay que intentarlo muchas veces hasta dar con la clave. Es el caso de Jorge Dobón, un emprendedor precoz que al tiempo que estudiaba montó una distribuidora de aceite, vino, jamón y queso «con mis dos mejores amigos de la carrera». «El primer año facturamos 100.000 euros y parecía que nos ibamos a comer el mundo, mientras que el segundo, sólo 35.000 y nos percatamos de que esto era muy duro», argumenta. «Al cabo de dos años la cerré con una deuda de 20.000 euros, que cuando tienes 20 años se hace muy cuesta arriba. No me resigné y, al poco, empecé a darle forma a Demium para ayudar a no cometer los mismos errores».

Y ese es uno de los grandes problemas que hay en España, el miedo al fracaso, algo que no ocurre en otras culturas más emprendedoras como la estadounidense: “Fue muy duro reintentarlo tras fracasar por el estigma social. Tardé un año entero en decirle a mi padre que había cerrado. ¡Y eso que él era empresario!”, explica Dobón.

En cualquier caso, España sigue siendo un país de emprendedores. Según los últimos datos, la inversión en startups creció más de un 40% en 2017, alcanzando un nuevo récord histórico; el número de startups se consolida, con un crecimiento del 7% con respecto al año anterior y, por primera vez desde 2011, en 2017 las empresas españolas captaron más inversión de dentro de España que de fuera, a pesar de que la inversión extranjera creció un 7%. Con todos estos datos, nuestro país se sitúa en el sexto puesto de Europa por volumen de inversión, solo por detrás de Reino Unido, Alemania, Francia, Suiza y Suecia y por delante de Italia.

Fuente: La Razón