Así se monta un negocio colaborativo como Blablacar

Se las conoce como plataformas online de economía colaborativa. Su propagación es imparable y están poniendo en jaque a las empresas tradicionales. En 2013 movieron 2.580 millones de euros en todo el mundo, un 25% más que el año anterior, según estimaciones de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. En lugar de productos materiales ofrecen servicios a un precio mucho más reducido: compartir gastos de gasolina y renunciar al alquiler de un coche, pasar de los hoteles y pagar por una habitación a algún particular en una capital europea o encargar un plato de comida casera a un chef aficionado que cocina desde casa. Los beneficios para el usuario están claros. ¿Y para estas empresas? ¿Son compatibles con facturaciones millonarias?

La respuesta a esa pregunta parece afirmativa en el caso de la compañía estadounidense de hospedaje entre particulares Airbnb. El valor de la plataforma, que opera en más de 34.000 ciudades de 190 países, asciende a 20.000 millones de dólares (unos 17.800 millones de euros), según publicó el pasado febrero la web especializada en tecnología TechCrunch. “Hay oportunidad. Cuando uno de estos sites funciona se puede replicar en otras ciudades o países, con pequeños cambios para adaptarse al contexto cultural”, apunta Miguel Ferrer, coordinador de Sharing España, una asociación creada a finales de 2014 que aglutina a 38 empresas de economía colaborativa. Entre ellas están las ramas españolas de Airbnb o Blablacar, la popular web para compartir viajes en coche que ya usan 10 millones de usuarios en 13 países y que desde el pasado julio cobra una comisión en España de entre el 9 y el 12% por transacción.

¿Puede cualquier emprendedor lanzarse a la aventura de montar uno de estos negocios? Cristóbal Gracia, miembro de la asociación para promover la cultura colaborativa OuiShare y profesor del taller Emprender en la economía colaborativa, impartido por la incubadora Barcelona Activa del Ayuntamiento de Barcelona, ofrece seis claves para no fracasar en el intento:

1. La idea. “Lo primero es identificar un campo que te apasione, encontrar algo que esté conectado con tus habilidades”, señala Gracia. En el caso de Blablacar, a su fundador, el francés Frédéric Mazzella, le surgió la idea de forma espontánea a raíz de una necesidad. Era Navidad, debía volver a casa y no quedaban billetes de tren. Se decantó por el coche y por el camino vio un sin fin de vehículos con un solo ocupante. Tanto a él como al resto de conductores les hubiese venido bien conocerse para compartir gastos de gasolina y de paso conversar, pensó Mazzella.

Una vez que la idea está clara, para alguien que empieza es esencial hacer un estudio de mercado y detectar qué plataformas existen que ofrezcan un servicio similar, y en caso de que las haya, analizar si están funcionando bien. Si el emprendedor es novel en todos los sentidos –no tiene contactos, ni presupuesto, ni experiencia previa en negocios online- puede intentar sumarse a otro proyecto parecido o liderar una plataforma ya existente en otra ciudad. “Mejor tener el 1% de Coca Cola que el 100% de la nada”, subraya Cristóbal Gracia. Al tratarse de empresas de base tecnológica, es imprescindible contar con un programador. Si el emprendedor no lo es ni tiene dinero para contratar a uno, puede presentar su idea y tratar de encontrar un partner tecnológico. En estos proyectos la parte offline también es muy importante; hay que salir a la calle a comprobar que el servicio que se ofrece funciona. “Verificar lo que pasa fuera es esencial. Si el boca a boca es negativo, nadie lo usará”.

2. A quién te diriges. Hay que definir qué comunidades son las primeras a las que se va a abordar. “Si no eres capaz de que cinco personas de tu barrio se interesen y prueben tu servicio, no tienes mucho futuro. Elegir el tipo de perfiles es muy importante, cuanto más se reducen, más fácil es conectarlos”. Gracia pone como ejemplo Airbnb, que al principio solo funcionaba entre diseñadores cuando había congresos en San Francisco. “No se puede alcanzar directamente la dimensión actual de Airbnb, las cosas no funcionan así”. Su recomendación es que los emprendedores “novatos” acudan a incubadoras o lanzaderas para conseguir asesoramiento. “Una idea no vale, y una idea con tecnología tampoco”.

3. Los influencers. Una vez escogido el tipo de usuario hay que identificar quién tiene influencia sobre ese grupo. “Se trata de fichar a profesionales para que se impliquen en tu proyecto y ofrecerles algo a cambio”. Ejemplo de ello es la web de venta de ropa de marca de segunda mano Chicfy, que inició su actividad con 10 blogueros de moda con tirón en la Red que vendían sus prendas en esta plataforma, que a cambio les daba una comisión.

4. Desarrollo tecnológico. Si el emprendedor no es programador ni tiene recursos para contratar a uno, existen plataformas como Sharetribe que proveen la infraestructura tecnológica a cambio de una cuota mensual.

5. Confianza y reputación. Hay que verificar que el servicio que se ofrece es de calidad. “La clave de este tipo de negocios está en el boca a boca. Son experiencias de la vida real y cuidar nuestra reputación es fundamental para la adquisición de usuarios”. Salir a la calle y comprobar de primera mano que se cumplen unos requisitos mínimos de calidad es básico.

6. La comunidad. “No se buscan clientes, sino una comunidad de usuarios a los que nuestro servicio les aporte valor”. En este punto hay que definir cómo se va a interactuar con ellos o cómo se va a cocrear con ellos. Hay que darles un rol. “Blablacar ha creado la figura de los embajadores, que son conductores con muchos viajes y muchos comentarios, y Airbnb las de los superhost. “Los usuarios de tu web se convierten en tus socios; hay que crear relaciones con ellos y no solo transacciones. Es un cambio de mentalidad: no consiste en ver qué les vendo a estos, sino qué les ofrezco”.

Aunque no hay ninguna normativa, ni nacional ni europea, que defina o regule de manera transversal este tipo de actividades, estos proyectos emergentes están desplazando a las empresas de alquiler tradicionales. Según un estudio de la consultora internacional PwC, que toma como referencia cinco sectores dentro de la economía colaborativa (financiación colectiva o crowfunding, coches compartidos, música y vídeo en streaming, hospedaje y colaboraciones profesionales online) y otros cinco de actividades convencionales (alquiler de equipos, coches, libros, DVDs y hostales), los ingresos del primer grupo solo representan el 5% del total, unos 15.000 millones de euros. En cambio, su previsión para 2025 es que estas nuevas plataformas muevan alrededor de 335.000 millones de euros, lo que supondría más del 50% del total.

Los negocios tradicionales están viendo peligrar su cuota de mercado y algunos se están transformando para integrarse a estos nuevos modelos”, asegura Miguel Ferrer de Sharing España. Una de ellas es la cadena de hoteles Room Mate, que en lugar “de hacer la guerra” e impedir la proliferación de estas iniciativas empresariales, se ha unido. Ha lanzado BeMate, una plataforma online que ofrece apartamentos turísticos y pone a disposición de los usuarios los hoteles para la recogida y entrega de llaves, consigna de maletas o servicio de limpieza.

El alcance de estas plataformas es tal que han empezado a aparecer servicios complementarios, como Synk Rentals, que funciona a modo de calendario y permite sincronizar el alquiler de una vivienda en varias plataformas sin que se solapen las estancias de los usuarios. “El crecimiento es exponencial, solo hay que saber identificar el nicho que nos interesa”, señala Albert Cañigral, fundador del blog consumocolaborativo.com.

Fuente: El País (26/05/2015)