Las órbitas de la inteligencia emocional

Dos avisos previos. Primero, estamos ante una de las grandes películas de las últimas décadas y creo que el paso del tiempo no hará sino engrandecerla y situarla en una de las Top 100 de la historia del cine. Por lo tanto, verla es lo que los anglosajones llaman un ‘must’. Y no verla, lo que lo antiguamente se llamaba ‘pecado de omisión’. Segundo, la película dura casi tres horas, pero advierto que el amante del buen cine comprueba la relatividad del tiempo pues se pasan en un santiamén. Cosas del ritmo narrativo que imprime uno de los grandes y más jóvenes directores de la actualidad como es Nolan.

Y como toda gran película, la obra es profundamente humana. Pues más allá de las misiones y peripecias, están esas realidades personales que somos los individuos. Por tratar de personas es por tanto dramática, pues todos sus personajes tienen unas biografías propias que son nudo y desenlace sin las que no se entiende nada de sus pasados, presentes y futuros. Y menos ese carácter proyectivo –Ortega nos lo enseñó muy bien– que tiene la vida humana que no es algo «dado» sino «por hacer». Y ese mirar al futuro es lo que caracteriza tanto al comandante Cooper –Matthew McConaughey– como a la compañera espacial Amelia –Anne Hathaway–, pero también a los demás personajes circundantes: el profesor Brand –Michael Caine–, Murph la hija de Cooper –Jessica Chastain– e incluso Mann –Matt Damon–.

Y es fundamental entender –de ahí la valentía de Nolan– el papel que la presencia de la muerte (visible en la Tierra, agazapada en el espacio) juega en cada uno de los personajes en tanto que por la misión asignada, son, según Heidegger, «seres ante la muerte». Mas la fidelidad de Nolan a la realidad del hombre le lleva a rehuir el pesimismo antropológico: el amor no sólo supera al morir, sino que le da sentido. De ahí la importancia de las relaciones paterno-filiales (Cooper-Murph, Brand-Amelia) que aseguran la transmisión de la vida en este planeta o en otros mundos.

Repertorio de sentimientos y emociones

Al realizar nuestro director una cartografía de las interioridades humanas a través de los cuatro personajes fundamentales, nos encontramos con toda una taxonomía de los sentimientos y emociones humanos. Es en este sentido la película un gran tratado de «inteligencia emocional», según la definen Mayer y Slovey como «la capacidad de percibir y expresar la emoción, de asimilarla al pensamiento, de comprenderla y razonar con ella y de saber regularla en sí mismo y en los demás». Esa es la verdadera tarea ardua que va ejerciendo y perfeccionando el comandante Cooper, pareja a su desempeño técnico como piloto de la nave «Endurance». Tan difícil la primera como la segunda. En la gestión de las emociones propias y de las ajenas (especialmente las de su hija Murph «a distancia») está el genuino valor de nuestra película para el management en su capítulo de liderazgo.

Y de este modo vemos cómo las seis emociones básicas –de latín emovere, moverse hacia– cumplen un papel fundamental tanto en la lealtad de Cooper a la misión espacial como a su correcta gestión. Así la alegría, tristeza, rabia, miedo, asco y sorpresa se van sucediendo ante el desarrollo de las circunstancias. Con un matiz preciso: las cuatro emociones de orientación negativa citadas poseen un alto valor de supervivencia para Cooper y el Proyecto. La rabia le hace reaccionar ante la adversidad, el miedo no tomar decisiones precipitadas y la tristeza valorar lo que ha dejado atrás en la Tierra y merece la pena revivir. En tanto que la sorpresa (emoción bidireccional) –que juega un papel fundamental en los nuevos mundos de los agujeros negros– le permite a nuestro protagonista admirar, asimilar y comprender nuevas dimensiones. Mientras que la emoción positiva (alegría), que se activa cada vez que habla en remoto con sus hijos, le proporciona además de paz y felicidad, la capacidad de seguir tras su meta proyectada.

El comandante y la inteligencia emocional

Y esa gestión de las emociones citadas, hace que McConaughey vaya ejerciendo durante la misión espacial las siguientes competencias que el espectador detectará sin problemas, distinguiendo entre las personales y relacionales.

1. Competencias personales. Autoconfianza, autocontrol, autoevaluación, capacidad de adaptación, iniciativa, y transparencia.

2. Competencias sociales. Empatía, comunicación, intercambio, gestión de conflictos, conciencia organizacional, ciudadanía.

De manera que, paradójicamente, la clave de la película no está en lo que nos enseña sobre el universo, los gusanos negros y la teoría de la relatividad, sino en lo que nos ilustra acerca de quiénes somos, qué cosa es eso que llamamos vivir y qué es ser «inteligencias sentientes». Ha tenido Nolan que llevarnos muy lejos en el universo para mostrarnos ese microcosmos inexplorado que somos cada uno. Vayan a verla.

La película: Interstellar

Director: Christopher Nolan

Nacionalidad: EEUU, 2014

Género: Ciencia Ficción

Fuente: Expansión (26/11/2014)